Los cargos de espionaje presentados ayer contra un veterano agente
del FBI, que supuestamente vendió secretos estadounidenses a los
soviéticos y rusos, vuelven a ensombrecer los aparatos de
inteligencia de Estados Unidos. Una comisión independiente revisará
los procedimientos internos de seguridad en la Oficina Federal de
Investigación (FBI), tras el arresto de Robert Philip Hanssen,
acusado de espionaje ante un tribunal federal de Alexandria, en las
afueras de Washington D.C..
«Ha sido una incursión excepcionalmente grave en los aparatos de
seguridad de Estados Unidos», indicó el secretario de Justicia,
John Ashcroft, en una conferencia de prensa en que se dieron los
detalles del caso de Hanssen, que lleva 27 años en el FBI. El
sospechoso fue acusado de espiar desde 1985 en favor de la extinta
Unión Soviética y de Rusia, a los que suministró «docenas» de
documentos secretos, incluidos avances en el espionaje electrónico
y la identidad de agentes de la KGB que también trabajaban para EE
UU.
La información aportada por Hanssen, que de 1985 al 2000 estuvo
asignado al Departamento de Estado y ejercía funciones de
contraespionaje, confirmó datos suministrados por el ex agente de
la CIA convicto de espionaje Aldrich Ames sobre dos agentes de la
KGB. Los agentes rusos trabajaban entonces en la embajada de Rusia
en Washington, de la cual fueron llevados de vuelta a Moscú,
convictos por traición y ejecutados.
El director del FBI, Louis Freeh, que admitió que éste es «un
momento muy difícil» para la oficina que dirige desde 1993, dijo
que Hanssen utilizaba el alias de «Ramón» y que los rusos nunca
conocieron su identidad ni la oficina para la cual trabajaba. A
cambio de sus informes secretos, Hanssen, de 56 años, seis hijos y
descrito por sus vecinos como una persona muy religiosa, recibió
600.000 dólares en efectivo, otros 800.000 depositados en el
extranjero y diamantes.
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