El Parlamento indonesio confió ayer la presidencia del cuarto país
más poblado del mundo a la popular Megawati Sukarnoputri, tras
haber destituido al hasta ahora jefe del Estado, Abdurramán Wahid,
por la grave crisis política que atraviesa Indonesia. Conteniendo
sus lágrimas, la vicepresidenta fue investida entre fuertes
aplausos de los representantes reunidos en sesión especial para
poner fin a los 21 meses de poder de Wahid.
A sus 54 años, 'Mega', tal como la llaman sus partidarios, se
convierte en el quinto jefe de Estado de este inmenso archipiélago
de 210 millones de habitantes y primer país musulmán del mundo.
Tras aceptar el cargo, hizo un llamamiento a la unidad del país,
desestabilizado por meses de crisis entre el Parlamento y Wahid, en
un momento delicado por la violencia intercomunitaria, religiosa y
separatista que atraviesa. «Pido a todos los partidos que acepten
este proceso democrático», apuntó la nueva presidenta.
Megawati Sukarnoputri, hija del primer presidente del país,
Sukarno, se toma también de esta forma la revancha política sobre
Wahid, que la ganó por escaso margen en las elecciones
presidenciales de octubre de 1999. Wahid se benefició entonces del
apoyo de los partidos musulmanes que no querían ver a una mujer al
frente de un país en el que más del 90 por ciento de la población
es musulmana. Incluso estos partidos mostraron su apoyo en los
últimos meses a 'Mega'. Poco antes del nombramiento de Sukarnoputri
como presidenta, la Asamblea Consultiva del Pueblo (MPR), la más
alta instancia legislativa, aprobó la destitución de Wahid.
Los 593 representantes de la cámara presentes en el acto, de un
total de 700, se mostraron unánimemente a favor de la destitución
de Wahid, a quien llevaron al poder hace 21 meses, dando cuenta del
descrédito que había acumulado el presidente en los últimos
tiempos. Tras meses de una caótida agonía política, la suerte de
Wahid, un musulmán moderado de 60 años, se hizó más patente que
nunca durante el pasado domingo, cuando el Ejército y la policía se
negaron a aplicar su decisión de «suspender» los trabajos del
Parlamento, en lo que suponía una maniobra desesperada para
mantenerse en el poder. El Ejército había anunciado ya hace semanas
que no tenía intención de seguir a Wahid en su aventura de declarar
el estado de emergencia en el pais.
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