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EFE-AFGANISTÀN Con los talibán aún resistiendo en el norte y sur, Afganistán sufre un vacío de poder que tratan de llenar facciones enemigas entre sí mientras proliferan los «señores de la guerra» a la conquista de feudos propios. Los integristas de Kunduz, en Afganistán septentrional, y Kandahar, en el sudeste, aguantaban hoy la doble ofensiva, bélica y negociadora, de la Alianza del Norte, que, incapaz de aplastar los últimos reductos talibán, apremió la formación de un nuevo gobierno.

Además de los núcleos de resistencia en esas dos ciudades, donde se atrincheran miles de talibanes e integristas extranjeros, por todo el país empezaron a proliferar bandas que se disputan el saqueo o el dominio de una aldea, una ciudad o una montaña para sus clanes. Un portavoz de la ONU reunía hoy a los periodistas que trabajan en Afganistán y les avisaba del peligro que corren en un país que se precipita a la anarquía, aviso un tanto superfluo para un colectivo que ya perdió siete colegas en esta guerra. Muchos afganos empiecomparan la situación actual con el caos que siguió a la caída del presidente Mohamed Najibullah en 1992.