«Con el objetivo de incrementar la seguridad de los israelíes,
hemos decidido crear unas zonas de amortiguación, que
(eventualmente) conducirán a la separación militar de los
palestinos», afirmó Sharon en un discurso cuyo principal y único
objetivo fue tratar de levantar el ánimo de los israelíes. Estas
zonas de seguridad, que el primer ministro se negó a describir con
detalles, no significarán ni el final de la ocupación militar de
Cisjordania y Gaza ni la evacuación de los asentamientos judíos. Se
trata de una línea defensiva que el Ejército creará a lo largo de
la frontera entre Israel y Cisjordania y que constará de obstáculos
físicos y dispositivos electrónicos, según una recomendación que
jefes militares y de los servicios secretos hicieron al gabinete
reducido para asuntos de seguridad esta semana.
El primer ministro israelí habló ayer en términos muy generales
y su discurso estuvo por debajo de todas las expectativas de
israelíes y palestinos, que se temían lo peor al coincidir su
intervención con la semana más sangrienta desde el inicio de la
«Intifada de Al Aksa», hace 17 meses. Al menos 27 palestinos
murieron en las últimas 48 horas en una ofensiva militar israelí a
gran escala en Cisjordania y Gaza que comenzó el miércoles de
madrugada, tras la muerte de seis soldados israelíes a manos de
activistas palestinos cerca de Ramala. Sharon, acosado tanto por la
derecha nacionalista -que le exige «mano dura» con los
palestinoscomo por la izquierda pacifista -que le acusa de no tener
«horizonte político»-, pidió a los israelíes que se mantengan
«unidos», porque «como en tiempos de guerra, no debemos
apresurarnos en nuestras decisiones».
«Oímos voces estridentes de distintos sectores de la población,
pero es precisamente en estos días difíciles cuando debemos
mantener la calma, ser equilibrados y mostrar contención», afirmó
el primer ministro en aparente referencia a que no se dejará
arrastrar a una guerra. En ese sentido, Sharon reiteró que «no
habrá negociaciones (con los palestinos) mientras continúe la
violencia», a la que vez que exponía de forma muy superficial un
presunto plan de paz que constará de dos fases.
En la primera aspira a alcanzar «un acuerdo de no beligerancia»
que deberá incluir el desarme de todas las organizaciones
palestinas armadas. En la segunda, israelíes y palestinos
negociarían un acuerdo global en el que se determinarán las
fronteras del futuro Estado palestino. «Una auténtica pérdida de
tiempo», afirmó indignado Itzjak Levy, el líder del ultraderechista
Partido Nacional Religioso (PNR), que anoche hubiera querido oír
una casi declaración de guerra contra los palestinos.
La decepción de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) al
escuchar el discurso de Sharon no dista demasiado de la sufrida por
la líder derechista israelí, aunque sus intereses sean opuestos.
«Sharon no ha presentado ningún plan y ha tratado de convencer a
los israelíes de que puede garantizarles su seguridad, pero sus
logros en ese sentido en el pasado no son ningún buen augurio para
el futuro», manifestó Nabil Amer, ministro palestino de Asuntos
Parlamentarios.
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