El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, volvió a mostrar
ayer la contundencia con la que su Gobierno está dispuesto a hacer
frente a la inmigración al afirmar que «si no reaccionamos, los
inmigrantes clandestinos nos echan de nuestro país». Tras declarar
la semana pasada el estado de emergencia ante las llegadas masivas
de barcos con inmigrantes a las costas italianas, Berlusconi optó
por el lenguaje crudo y directo, más propio de su socio Umberto
Bossi, para referirse al problemas de la inmigración.
En un programa de uno de sus canales televisivos, el jefe del
Ejecutivo justificó la necesidad de «pararles y registrarles porque
existen graves problemas de criminalidad, de lo contrario, la
llegada masiva de clandestinos nos echará de nuestro país».
Berlusconi subrayó que este asunto puede convertirse en
«dramático», sobre todo para países como Italia, frente a las
previsiones de incremento de la natalidad en los países pobres.
«Sera una situación dramática -reiteró- con una presión tal que
podrá traer guerras y situaciones como las del 11 de septiembre,
con el resurgir del terrorismo».
Mientras, decenas de miles de personas recorrieron ayer con
velas en la mano las principales ciudades italianas, en una marcha
de condena al terrorismo convocada por los sindicatos en medio del
pulso que mantienen con el Gobierno de Berlusconi. Con la huelga
general del 16 de abril en el horizonte, las centrales sindicales
se manifestaron contra el asesinato el pasado día 19 en Bolonia por
las Brigadas Rojas de Marco Biagi, asesor del Ministro de Trabajo.
Los manifestantes atravesaron los centros históricos de Roma y
Bolonia, de Milán y Nápoles, de miles de ciudades y pueblos
italianos, a la luz de las velas como si de procesiones laicas, en
plena Semana Santa, se tratara.
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