El talibán estadounidense John Walker Lindh compareció de nuevo
ante un tribunal federal, donde sus acusadores y sus defensores
debatieron si el trato recibido tras su detención puede ser
considerado tortura. Lindhr, de 23 años, fue capturado en la ciudad
afgana de Mazar i Sharif y sobrevivió al motín protagonizado en esa
localidad por cientos de prisioneros talibanes, que finalmente fue
reprimido por la fuerza.
El Gobierno estadounidense acusa al joven Walker Lindh,
convertido al islamismo, de haber conspirado con los talibanes y el
grupo Al Qaeda para asesinar a compatriotas suyos en Afganistán.
Walker Lindh es hasta ahora el único detenido en Afganistán que es
juzgado en EE UU. Y dado que es estadounidense, no se enfrenta a
uno de los tribunales militares especiales creados por decreto de
Bush para el enjuiciamiento de terroristas extranjeros.
Los abogados defensores sostienen que cuando Lindh testificó
ante el FBI había sufrido malos tratos, como taparle los ojos con
una capucha o una venda, encerrarle en un contenedor de metal a
bajas temperaturas o amarrarle con esposas con tanta fuerza que le
impedía una buena circulación de la sangre a sus manos. Los
abogados quieren que el juez Ellis no acepte el testimonio dado al
FBI como parte de las pruebas contra el detenido.
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