El neogaullista Jacques Chirac, reelegido el domingo presidente de
Francia en un referéndum contra la ultraderecha, confió ayer a
Jean-Pierre Raffarin, defensor de «la Francia de abajo», la
formación de un nuevo Gobierno, a cinco semanas de las
Legislativas. Raffarin, de Democracia Liberal, no del neogaullista
RPR, sucede al socialista Lionel Jospin, quien presentó ayer su
dimisión a Chirac, tal como había anunciado hace dos semanas al ser
eliminado de la liza por el Elíseo por el ultraderechista
Jean-Marie Le Pen.
Tras aplastar a Le Pen con un histórico 82% de los votos, Chirac
dejó claro que no ha olvidado el sísmico resultado de la primera
ronda, en la que casi dos tercios del electorado habían optado por
la abstención o por algunos de los candidatos de extrema derecha e
izquierda, en una expresión de frustración y descontento profundo.
El presidente, de 69 años y que, tras siete años en el Elíseo
estrena ahora el quinquenio, dijo que ha «oído y entendido» el
llamamiento de los franceses y prometió ejercer su mandato con un
espíritu de «apertura y concordia».
Su decisión de nombrar primer ministro al moderado Raffarin,
abogado de la República de «la proximidad» y de una nueva forma de
gobernar guiada por «el humanismo», parece enmarcarse en esta
línea. Raffarin, de 53 años, es senador del Departamento de Vienne
y desde 1988 preside el Consejo Regional de Poitou-Charentes
(centro-oeste). Durante la campaña fue el apóstol de «la Francia de
abajo», en oposición a la de «arriba», encarnada por los políticos
de la élite de siempre que manda desde París.
Mientras, los partidos de la izquierda francesa cuya división
provocó en parte la llegada de Le Pen a la segunda vuelta de las
elecciones, y la estrepitosa derrota de los socialistas, quieren
ahora conservar la unidad que ha dado la victoria a Jacques Chirac
para poder vencer en las elecciones legislativas del próximo junio.
El objetivo, según ha anunciado el secretario general de los
socialistas, François Hollande, es conseguir un acuerdo electoral
lo antes posible para mantener el control de la Asamblea Nacional y
forzar un nuevo período de cohabitación.
Por su parte, El ultraderechista Frente Nacional (FN) aprovechó
ayer la resaca de la segunda vuelta de las presidenciales para
proponer alianzas o acuerdos a los candidatos de la derecha a los
comicios legislativos de junio. El objetivo es impedir la victoria
de la izquierda y, en particular, intentar conseguir el máximo
número de escaños para el FN del ultraderechista Le Pen, quien
logró el domingo el 17'79 por ciento, frente al 82'21 por ciento
cosechado por el neogaullista Jacques Chirac en las elecciones
presidenciales.
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