TW
0
OLGA RASÚLOV-MAJACHKALÀ Rusia quedó horrorizada ayer por un brutal atentado terrorista cerca de Chechenia que malogró la celebración de la Victoria en la II Guerra Mundial y ahogó la fiesta en un baño de sangre, con al menos 34 muertos y 150 heridos. Una bomba de gran potencia oculta en unos arbustos en una calle a sólo 300 metros de la Plaza Mayor de Kaspiisk, puerto del mar Caspio en el Cáucaso, hizo explosión al paso de una banda de infantería de Marina acompañada de numerosos niños.

El artefacto, según las fuerzas de seguridad, era una mina anti-infantería con doce kilos de trilita y un radio de onda expansiva de 200 metros. Fuentes policiales dijeron que este tipo de minas puede llevar en su interior una carga de casi mil bolas de acero de un centímetro de diámetro y se acciona por disparo manual o por radio.

Imágenes transmitidas por televisión mostraron el tramo de calle donde se produjo la explosión literalmente regado de sangre, y en el bordillo de la acera se veían numerosos impactos de metralla. Cadáveres, escombros, instrumentos musicales retorcidos y charcos de sangre convirtieron el lugar en un caos, que echó por tierra el 57 aniversario del Día de la Victoria contra los nazis. El presidente ruso, Vladímir Putin, que presidía en Moscú el gran Desfile de la Victoria, fue inmediatamente informado y convocó a los máximos responsables de la Seguridad del Estado en un gabinete de crisis. Yamaludín Omárov, alcalde de Kaspiisk, informó de que el número de muertos por la explosión es de 34, entre ellos al menos doce niños.

De los heridos, 130 tuvieron que ser hospitalizadas, «muchos en estado grave», añadió. «Numerosos heridos están agonizando», dijeron fuentes de los hospitales locales en Kaspiisk y en Majachkalá, capital de la región de Daguestán, vecina de Chechenia. Fuentes del Ministerio del Interior daguestaní declararon que la comisión de investigación creada con urgencia «tiene pruebas de la implicación de extremistas chechenes» en el atentado. Kavkaz Center, órgano de propaganda de los rebeldes chechenes, se limitó a divulgar una breve nota aséptica sobre las víctimas, pero a diferencia de otras veces ni asumió la autoría ni se la atribuyó a los servicios secretos rusos.

Fue el más serio desafío terrorista en Rusia desde septiembre de 1999, cuando una ola de explosiones en Moscú y otras ciudades segó la vida de 292 personas. En aquella ocasión, la guerrilla chechena no sólo negó su responsabilidad sino que acusó al Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) de usarlos como excusa para desatar la nueva guerra en la república separatista. El atentado en Kaspiisk se produjo al término del desfile militar en conmemoración del fin de la Gran Guerra Patriótica y casi al mismo tiempo que Putin equiparaba en Moscú al nazismo con el nuevo enemigo que «lleva el nombre de terrorismo».