El ministro británico de Transportes, Stephen Byers, presentó ayer
su dimisión tras meses de presión política porque «es lo que más le
conviene al Gobierno y al Partido Laborista».
Byers había protagonizado en los últimos meses una serie de
escándalos al frente de su departamento, uno de los más polémicos
en el Gobierno que dirige el primer ministro británico, Tony Blair,
y había afrontado una serie de acusaciones acerca de que había
mentido al Parlamento.
El ministro anunció su decisión en una rueda de prensa en el
número 10 de Downing Street, el despacho oficial del jefe del
Ejecutivo británico, en la que admitió que durante su etapa en el
Gobierno había cometido errores pero insistió en que «la gente que
me conoce sabe que no soy un mentiroso».
Si permaneciera dentro del Ejecutivo, lo único que conseguiría
sería «hacerle daño», afirmó. En su anuncio, Byers afirmó que a
posteriori «hay cosas que no hubiera hecho». Tras anunciar su
decisión, el ministro, uno de los aliados políticos más íntimos de
Blair, rechazó responder a las preguntas de los periodistas.
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