El presidente de EE UU, George W. Bush, retornó ayer a Washington
desde donde dirigirá la campaña para explicar al país por qué, con
una economía indecisa y un retorno a los déficit fiscales, es
necesaria una acción que cambie el régimen en Irak.
Las encuestas de opinión muestran en las últimas semanas que han
ido disminuyendo las mayorías que respaldaban algún tipo de acción
militar contra Irak y que, aunque muchos estadounidenses creen que
ese país es peligroso, sólo una minoría expresa respaldo a una
guerra si ésta implica la muerte de gran número de soldados de esta
nación.
Una encuesta publicada por la CNN y la revista 'Time' estima que
en estos momentos sólo el 51% de los norteamericanos apoya
abiertamente el ataque, casi un 20% menos que en diciembre de 2001.
Mientras, el número de personas que se oponen aumentó de un 22% a
un 40% durante el mismo período de tiempo.
Después de un mes de vacaciones en su rancho de Texas, a Bush le
espera en Washington la inquietud del Congreso, que quiere
participar en el debate sobre Irak, y la división en las filas de
los propios republicanos y la administración acerca de una eventual
guerra.
Apenas cinco días después de que el vicepresidente Dick Cheney
dijese que el cambio de régimen en Irak debe lograrse «cuanto
antes», el secretario de Estado, Colin Powell, manifestó ayer que
la prioridad es el retorno a ese país de los inspectores de la
ONU.
El argumento principal de la administración Bush para un
eventual ataque militar a Irak es que el régimen del presidente
Sadam Husein produce o está a punto de producir armas nucleares,
químicas o biológicas.
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