Muchos integrantes del Baas que se quedaron en Bagdad niegan hoy
su pertenencia al partido por miedo a ser arrestados y temen ser
delatados por sus vecinos. La palabra «Baas» provoca miradas
huidizas y gestos de miedo entre los ciudadanos. «El partido no era
sólo Sadam Husein, también había mucha gente buena y capaz»,
explica uno de los vecinos del lugar, que dice llamarse Amir y que
tras muchos rodeos y varios minutos de conversación confiesa su
pertenencia al partido.
Profesor de Química en la universidad de Bagdad, este hombre
pertenece al grupo de los miembros del Baas que decidieron
permanecer en la capital e intenta volver a su trabajo normalmente.
«Todo Irak estaba regido por un sólo partido y quien quería ganar
más dinero o tener una bonita casa tenía que unirse a él para
conseguirlo. Además, los profesores, intelectuales o importantes
hombres de negocios eran obligados a adherirse a la formación por
ser ciudadanos de valía», explica.
Según él, pocos miembros eran adeptos convencidos de Sadam. La
mayoría rompieron su carné del Baas hace semanas y no tuvieron
miedo a volver a sus puestos de trabajo. «Yo hubiera preferido no
adherirme al partido y seguir siendo libre pero no fue posible»,
explica Amir, mientras los miembros de su familia, temerosos ante
los últimos coletazos de un régimen ya desaparecido, le instan a no
contar nada a la prensa.
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