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Israel levantó ayer las restricciones a 10.000 obreros palestinos en vísperas de la cumbre de Aqaba para reanudar el proceso de paz entre los dos pueblos, pero siguen en pie las divergencias en torno del comunicado final de esa reunión.

El ministro de Defensa israelí, Shaul Mofaz, informó al Gabinete Nacional de esas medidas en medio de noticias sobre la frustración de tres atentados palestinos con coches-bomba y de un elevado número de llamadas de alerta.

A tres días de la cumbre en Jordania entre el presidente de EE UU, George W. Bush; el primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abas (Abu Mazen), y el jefe del Gobierno israelí, Ariel Sharón, este autorizó el regreso ayer de ese grupo de los 25.000 obreros de Cisjordania y Gaza que tienen su fuente de ingreso en Israel.

Un atentado podría echar por tierra las expectativas y esperanzas que despierta la cumbre en Aqaba, en la que se supone Bush consagrará el principio de que la paz entre ambos pueblos debe basarse en la creación de un Estado palestino al lado de Israel.

La prohibición, que fue impuesta hace meses a los trabajadores de Cisjordania en reacción a atentados de suicidas en Israel, y desde hace 40 días por un ataque de la resistencia en Gaza, dejó aislados a esos territorios y a miles de trabajadores palestinos en el paro.

Estas medidas de «alivio» para los palestinos bajo la ocupación vienen no sólo «purificar la atmósfera» antes de la «cumbre de la paz» en Aqaba sino, también, a apuntalar al Gobierno de Abu Mazen, llamado por sus detractores «el gobierno de los espías» (de Israel).

El primer ministro israelí, Ariel Sharón, advirtió ayer en la reunión semanal del gabinete Nacional, que «probablemente» Israel tendrá que evacuar los «asentamientos ilegales» levantados por colonos judíos en Cisjordania.