Annan encabeza en Nueva York una marcha en honor a las víctimas del atentado en Bagdad.

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EFE-WASHINGTON/BAGDAD
Desde que EE UU invadió Irak el 20 de marzo hasta el 30 de abril, según información del Pentágono que ayer recogía The Washington Post, 115 soldados murieron en combate y otros 23 en incidentes no hostiles.

Otros 62 soldados murieron en enfrentamientos armados y 76 en situaciones no hostiles desde que Bush, en una espectacular presentación desde el portaaviones Lincoln, afirmó que había concluido la fase de combates en el país árabe.

El alto número de víctimas en la posguerra, según el Post, «refleja un cambio en los retos que tiene por delante EE UU».

La cifra de 139 soldados muertos desde el 1 de mayo «al realzar el creciente número de bajas deja en claro el reto político que enfrenta el gobierno de Bush para sostener un esfuerzo de reconstrucción que, claramente, cuesta más vidas estadounidenses que lo que costó la guerra».

El Pentágono había esperado que, una vez desmantelado el régimen de Sadam, disminuiría la resistencia, podría reducirse la presencia militar estadounidense, y en las tareas de reconstrucción económica y reorganización política tendrían mayor papel los iraquíes mismos y otras naciones.

En cambio la resistencia se ha hecho más fuerte, la reconstrucción económica enfrenta serios tropiezos y se han exacerbado los conflictos entre diferentes segmentos de la sociedad iraquí.

Ayer falleció otro soldado y otros dos resultaron heridos al ser atacado el vehículo militar en el que viajaban cerca de la localidad de Habbaniya, al oeste de Bagdad.