El canciller alemán, Gerhard Schroeder, ganó ayer una nueva etapa
en su camino de reformas, al obtener en la cámara baja el apoyo
prácticamente cerrado de sus filas a la nueva ley laboral, pero se
quedó lejos de ganar la carrera completa, pues la oposición anunció
que rechazará el proyecto en la segunda cámara.
Tras una accidentada votación -hubo que repetirla, pues se
mezclaron los contenidos de dos urnas- el proyecto obtuvo el
respaldo de los socialdemócratas y verdes, salvo la abstención de
un verde, y el rechazo de la oposición.
Para el canciller, lograr el apoyo de los suyos se había
convertido en la cuestión que debía decidir sobre su futuro
político, pues él mismo había condicionado su permanencia en el
cargo a la «obediencia» de los disputados de su coalición.
Un arduo trabajo de «convencimiento», acompañado de algunas
modificaciones del proyecto inicial, llevó finalmente a que los
seis disidentes socialdemócratas que habían planteado reservas
volvieran al redil.
Sólo un diputado verde, el portavoz económico del grupo
parlamentario Werner Schulz, siguió ofreciendo resistencia y ayer
acabó absteniéndose.
Aunque Schulz no tomó la palabra en el debate, sí lo hizo en los
pasillos del Parlamento y desde la prensa, donde volvió a recalcar
que la reforma laboral de Schröder, a su juicio, no ayuda a crear
empleo sino que incluso es perniciosa para la economía, pues al
hacer más pobres a los desempleados merma el consumo interno.
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