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FRANCE PRESS-MASSILLON (EEUU)
Los estrategas políticos determinaron desde un comienzo que la carrera hacia la Casa Blanca que culmina este 2 de noviembre se decidiría entre algunos votantes indecisos en unos pocos Estados clave.

Votantes como Dennis Wuske, quien aún duda a menos de tres semanas de las elecciones del 2 de noviembre.

Este hombre de 36 años se preocupa por la pérdida de trabajos y se alarma por la gran cantidad de dinero destinado a la guerra en Irak. Pero no se decide a cambiar del presidente republicano George W. Bush a su adversario demócrata, John Kerry. «Mi temor es el cambio de líder en medio de la situación en Irak«, explica el residente de Ohio. «Ya sabes lo que esperar de Bush, estés o no de acuerdo con él», agrega.

En un país polarizado, los analistas indican que la elección depende del apoyo de votantes indecisos como Wuske en unos 10 Estados donde ni republicanos ni demócratas tienen una mayoría clara.

En pocos lugares de esos Estados la disputa por los votos es más intensa que en el condado Stark, en Ohio, donde los votantes a menudo cambian de partido.

En 2000, el Estado y el condado le dieron una victoria estrechísima a Bush, y Leslie Riley, aunque dice ser demócrata, ahora apoya al presidente republicano.

«Me siento más segura con Bush al frente del país», dice esta camarera de 50 años durante una pausa en su trabajo en un restaurante italiano. «No creo que Kerry apoye a nuestras fuerzas armadas», agrega.

Gerry Stopak, de 57 años, votó al demócrata Bill Clinton y contra el ex presidente George Bush (padre) en 1992, pero esta vez apoya al joven Bush. «Ha sido coherente todo el tiempo», dice Stopak. Kerry «es simplemente un oportunista», añade. «Habla sobre empleo, y esa es una preocupación legítima, pero no ha hecho nada en los últimos 20 años en el senado», explica.

Durante sus numerosas escalas en el Estado, Bush ha intentado capitalizar su imagen de liderazgo tras los ataques del 11 de setiembre de 2001 y tratado de defender sus decisiones económicas.

Kerry, por su parte, ha intentado explotar el descontento en relación a las pérdidas de empleos. Ohio perdió 240.000 puestos de trabajo durante el gobierno de Bush, según las cifras oficiales.

En mayo, por ejemplo, Timken Co., la mayor fuente de trabajo en el condado Stark, anunció sus planes de cerrar tres plantas en la zona, lo que supuso la pérdida de 1.300 empleos.