Los países favorables a la reunión, en su mayoría árabes, apoyan la
celebración de las elecciones, pero temen que la premura y la
violencia impida una amplia participación y proceso carezca, así,
de la legitimidad deseable.
El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, y su
colega iraquí, Hoshiyar Zibari, comparecieron ante la prensa
relajados y satisfechos después de que lo más granado de la
comunidad mundial aprobara una declaración de compromiso que evitó
todos los asuntos conflictivos. La victoria diplomática quedó, en
parte, empañada por las dudas expresadas por algunos países
participantes sobre el calendario electoral y las presiones
ejercidas para que no se excluya del citado proceso a la amplia,
heterogénea y fraccionada oposición iraquí.
Bahrein recogió el señuelo arrojado por Francia y ofreció la
posibilidad de hospedar en su territorio un encuentro entre el
Gobierno interino y las fracciones opositoras en las semanas
previas a los comicios, previstos para el 30 de enero de 2005. El
jefe de la diplomacia iraquí respondió que en principio su Gobierno
no se oponía, pero que en cualquier caso sería preferible
celebrarla en Bagdad, donde su control sería mayor.
El ministro jordano de Asuntos Exteriores, Hani Mulki, advirtió
que si el 13 de enero la consulta electoral no está preparada, los
comicios deberán posponerse algunas semanas e incluso meses.
Su colega turco, Abdulah Gul, señaló, por su parte, que la
legitimidad no debe ser debatida, pero que el problema estallará si
finalmente no participa en 20 por ciento de la comunidad suní. Los
principales grupos de oposición suníes, liderados por la influyente
Organización de Ulemas, han anunciado que podrían instar al boicot
en protesta por la crudeza con la que EE UU trata de aplastar la
insurgencia en Faluya y otras ciudades del denominado triángulo
suní.
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