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JOAQUÍN RÀBAGO-LONDRES
El jefe del Gobierno británico, Tony Blair, perdió ayer a un aliado clave con vistas a las próximas elecciones: su duro ministro del Interior, David Blunkett, arrojó finalmente la toalla tras verse acorralado por las noticias sobre reiteradas interferencias entre su vida privada y su cargo público.

En lo que algunos han interpretado como una venganza de la periodista, que había decidido terminar definitivamente con su relación extraconyugal, la prensa británica recibió diversas filtraciones según las cuales el ministro había acelerado los trámites de concesión de visado de residencia para la niñera.

Blunkett, de 57 años, presentó ayer su dimisión a raíz del último episodio del folletín que venía protagonizando desde hace semanas por su relación de tres años con una mujer casada, Kimberly Quinn, directora de la revista conservadora «The Spectator», que terminó en una batalla personal a través de la prensa.

Blunkett, ciego de nacimiento, que venía luchando para lograr que se reconociera su paternidad del hijo de dos años de la periodista así como de otro que espera, se encontró de pronto en medio de una tormenta política por las acusaciones de que había abusado de su posición para hacerle favores laborales a la niñera filipina de su ex amante.

En una última vuelta de tornillo, ayer se informó de que Blunkett había intervenido también supuestamente para conseguirle a la filipina un segundo visado, esta vez para Austria, algo que el ministro se apresuró también a desmentir. Anoche, Blunkett se limitó a decir: «No hice nada incorrecto».