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AGENCIAS-CRACOVIA
Cracovia, la ciudad del sur de Polonia en la que Karol Wojtyla vivió de 1963 a 1978, permanece paralizada en el recogimiento, la oración y la angustia, tras la muerte del Papa ayer por la noche.

«La elección de Wojtyla desbarató aquella concepción e indujo a muchos polacos a reunirse en torno a los valores que negaba o rechazaba la dictadura, como la democracia y la libertad.

«Acompañamos al Santo Padre en el silencio», declaró Jacek Majchrowski, el alcalde de esta antigua capital real de Polonia donde Karol Wojtyla pasó toda su vida de adulto, desde la Segunda Guerra Mundial hasta que fue llamado a la Santa Sede.

Desde la implantación del comunismo en 1945 a los polacos se les había dicho y repetido que todo dependía del régimen y que, fuera de éste, no había nada de valor.

Desde las huelgas de 1970 traté de convencer a mis compañeros del astillero de Gdansk de que teníamos que luchar, pero éramos sólo una decena, porque la gente no veía sentido a una lucha quijotesca», recordó el ex presidente de Polonia Lech Walesa en una reciente entrevista concedida a la televisión pública.

«El Papa, cuando nos visitó en 1979, nos dijo que no debíamos tener miedo y nos convenció, porque cuando vimos que reunió a millones de personas a su alrededor nos dimos cuenta de que éramos muchos los que pensábamos como él, que éramos una gran fuerza capaz de hacer muchos cosas», añadió Walesa.

Catorce meses después de aquella primera peregrinación surgió el sindicato Solidaridad, la primera organización de masas libre en el mundo comunista.

El Pontífice condenó con firmeza la ley marcial que implantó el general Jaruzelski en 1981 y siguió animando a los polacos para que continuasen la lucha, por la vía pacífica, pero con tesón y firmeza. «Hablo por vosotros, porque vosotros no podéis hacerlo», declaró el Pontífice en 1983, durante su segunda peregrinación, y exigió a las autoridades comunistas que respetasen el derecho de los ciudadanos a defender sus ideas.