Miles de personas se reunieron en el cementerio de Beslán, el mayor camposanto infantil de Rusia.

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A las 13.05 hora local, supervivientes y familiares de las víctimas de la tragedia de Beslán guardaron silencio ante las ruinas de la escuela número uno de la ciudad noroseta de Beslán, con centenares de velas colocadas ante las fotos de sus hijos en el gimnasio donde perdieron la vida. A esa hora, el 3 de septiembre de 2004, dos explosiones fortuitas en el gimnasio desencadenaron el tiroteo entre el comando terrorista chechén, que retenía en la escuela a 1.251 personas, y las fuerzas de seguridad, que se lanzaron al asalto para salvar a los rehenes.

En Moscú, el presidente ruso, Vladimir Putin respetó el minuto de silencio durante una reunión de su Consejo de Seguridad, en la que ordenó al fiscal general revisar toda la marcha de la investigación de la tragedia, muy criticada por los habitantes de Beslán. Putin admitió que Rusia, como otros países, «no siempre consigue prevenir y contrarrestar con eficacia los ataques terroristas» y que la responsabilidad por ello recae en él y en los demás altos funcionarios.

En Beslán, toques de campana marcaron el minuto de silencio, acompañado por el llanto de las mujeres que perdieron a sus seres queridos, tras lo cual niños soltaron al cielo 331 globos blancos, igual cantidad que el número de las víctimas, 186 de ellas niños.

Decenas de madres pasaron los últimos tres días, que fueron de luto en Osetia del Norte, encerradas en el gimnasio escolar, sin comer ni beber agua, para repetir los sufrimientos de sus hijos, a los que los terroristas prohibieron repartir agua y alimentos.