Por Irak pasó de puntillas para afirmar que, pese a la situación en
Basora y el caos generalizado, el país avanza hacia la democracia
con los próximos referendo y elecciones generales. «Luchar por la
democracia, sea en Irak, Afganistán, Kosovo o Sierra Leona es, para
mí, una causa progresista», insistió, tal vez para justificar sus
acciones ante los críticos de su propio partido, a quienes se
prohibió presentar una moción para exigir una fecha de retirada de
las tropas británicas desplegadas en el país árabe.
Arropado por su esposa, Cherie Blair, y su Gabinete en pleno,
pronunció uno de sus mejores discursos y dejó claro que no piensa
retirarse en el futuro inmediato, no hasta que haya aplicado las
medidas que tiene en cartera.
En el terreno internacional dijo que hay que acercarse más a la
UE porque «sería una locura apartarse del primer bloque comercial
del mundo», aunque hay que cambiar su modelo social para «que
abrace la globalización». Al mismo tiempo se comprometió a mantener
una estrecha relación con EEUU, porque siempre hay que estar «donde
se toman las decisiones».
El primer ministro enunció las controvertidas reformas previstas
en el sector público, que consisten en promover la gestión privada
de escuelas y hospitales de forma que la «competencia entre
centros» haga mejorar el servicio.
Sobre la fecha de su partida para que le suceda su ministro de
Economía, Gordon Brown, Blair no dio pistas, pese a que es la
pregunta en boca de todos. Sin embargo, su esposa, Cherie, dijo a
una periodista que le preguntó si echaría de menos el Gobierno:
«Cariño, falta aún tanto tiempo para eso que ni siquiera me lo he
planteado».
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