El atentado suicida de ayer llevó el caos al mercado de la ciudad israelí de Hedera.

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La explosión se registró en un histórico puesto de venta de «falafel» (bocadillos de garbanzo en pan de pita) en el mercado de la ciudad de Hedera, una de las más castigadas por ataques suicidas desde 1994 y ubicada unos 40 kilómetros al norte de Tel Aviv. Fuentes policiales confirmaron que un palestino, posiblemente una mujer, hizo detonar los explosivos y que su cadáver destrozado fue hallado entre los restos de las víctimas.

El ataque terrorista fue reivindicado por la Yihad Islámica, que aseguró que es la respuesta al asesinato el pasado domingo por la noche de su líder, Luai Saadi, en un campo de refugiados de Tulkarem por tropas del Ejército israelí.

Testigos presenciales dijeron que el tráfico en las carreteras alrededor del mercado y en el centro de la ciudad se colapsó inmediatamente y que la policía revisó todos los vehículos para verificar que no había otras bombas. «Todo el centro se colapsó y agentes de la policía han abierto las puertas de un coche tras otro para revisarlos», relató Tamar Keren.

Inmediatamente después de la explosión, patrullas de la Policía persiguieron a un vehículo sospechoso que abandonó la zona y cerraron la carretera que conecta Hedera con la vecina ciudad de Netania, aunque no se informó de ninguna detención. De los veintiocho heridos ingresados en tres centros hospitalarios de la zona, seis están en estado grave y el resto sufre heridas leves o de carácter moderado a causa de la onda expansiva y de la metralla.

La Yihad Islámica amenazó el pasado lunes con responder «sangre por sangre» ante la muerte de Saadi y de romper la tregua alcanzada el pasado 17 de marzo en El Cairo por la que las facciones palestinas se comprometían a un año de calma.

Israel acusa a Saadi de ser el responsable de dos atentados que causaron la muerte a diez personas y heridas a decenas de ellas durante ese período de calma, respetado de forma intermitente. Entre los ataques que se le atribuyen está el cometido el 12 de julio contra un centro comercial en la vecina ciudad de Natania, donde cinco israelíes murieron y 90 resultaron heridos.

El último atentado suicida se registró sin embargo el 28 de agosto en la ciudad de Beer Sheva, en el sur, un ataque en el que resultaron heridos dos vigilantes. El atentado de ayer ha desencadenado una virulenta crítica contra el primer ministro israelí, Ariel Sharón, y círculos derechistas le han acusado de «haber alentado el terrorismo con el Plan de Desconexión», en referencia a la evacuación de la franja de Gaza.