Lewis «Scooter» Libby, el ex jefe de Gabinete del vicepresidente
Dick Cheney, se declaró ayer inocente de los cinco cargos que se le
imputan por mentiras y obstrucción a la justicia en el caso de
filtración del nombre de una espía. Libby es, por el momento, el
único incriminado en el conocido como «caso Plame», un escándalo
que arrancó en julio de 2003, cuando el nombre de la espía Valerie
Plame salió publicado en un artículo periodístico.
El ex asesor de Cheney compareció ante el juez federal Reggie
Walton, quien lleva dos décadas trabajando como juez en la capital
estadounidense. Walton leyó los cargos a Libby y le pidió su
respuesta. El abogado de 55 años indicó: «Con respeto, su señoría,
me declaro no culpable». La caída de Libby ha sido un duro golpe
para Cheney, que mantenía con su asesor una relación de estrecha
confianza. La incriminación de «Scooter», el seudónimo con el que
se conoce a Libby, podría hacer que el vicepresidente tenga que
comparecer ante un tribunal.
El fiscal Patrick Fitzgerald, quien capitaneó la investigación
durante casi dos años, indicó, además, que, aunque el grueso de la
pesquisa ha finalizado, el caso todavía no se ha cerrado. Entre los
altos funcionarios que siguen bajo la lupa de Fitzgerald está Karl
Rove, principal asesor político, mano derecha y «arquitecto» de las
victorias electorales del presidente Bush.
La oposición demócrata ha señalado que Rove debería de dimitir.
El ex embajador y esposo de Valerie Plame, Joseph Wilson, también
pidió la cabeza de Rove, una petición a la que, sorprendentemente,
también se han sumado algunos legisladores republicanos. El «caso
Plame» ha hecho, por otro lado, que los motivos para acudir a la
guerra en Irak regresen al primer plano de la actualidad.
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