Un policía iraquí y periodistas en el exterior del hotel, poco después del doble atentado de los insurgentes.

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Irak vivió ayer una jornada de violencia que terminó con la vida de más de 70 personas. Según los datos oficiales del Ministerio de Interior, más de 70 personas murieron y 101 más resultaron heridas, algunas de ellas de extrema gravedad, cuando dos suicidas hicieron estallar el cinturón de explosivos que portaban en el interior de dos mezquitas chiíes de la localidad de Janakin, 150 kilómetros al noreste de Bagdad.

La violencia de las explosiones dejó prácticamente derruidos los dos templos, en los que todavía se trabaja para recuperar los cuerpos de fallecidos que quedaron sepultados por los escombros.

Las fuentes señalaron que el gran número de víctimas se debe a que las mezquitas se encontraban abarrotadas de fieles que realizaban la oración del viernes, el día sagrado para los musulmanes.

Una de las mezquitas se derrumbó y enterró a los feligreses que había en su interior, según pudo comprobar sobre el terreno un reportero. Seis horas después de los atentados, numerosas personas seguían hurgando entre sus restos en busca de seres queridos.

La capital tampoco se libró de los ataques suicidas y una doble explosión, a primera hora de la mañana, mató a seis personas e hirió a otras 40 en el centro de Bagdad.

Las dos explosiones se produjeron con medio minuto de intervalo cerca del edificio del Ministerio del Interior y del hotel Hamra, en el barrio residencial de Yadiriya. Las detonaciones derribaron las paredes de protección del edificio y rompieron varias ventanas. Algunas viviendas de los alrededores quedaron destruidas.