Los insurgentes tiñeron ayer con sangre las calles de Irak y
mataron a alrededor de 120 personas en distintas zonas del país,
mientras que los líderes políticos se esfuerzan para formar un
gobierno de unidad nacional.
El primer ministro saliente, Ibrahim al Yafari, dijo en una
rueda de prensa en Bagdad que espera la formación de un gobierno,
en el que participen chiíes, kurdos y suníes, «dentro de tres
meses».
Según fuentes iraquíes, representantes de los chiíes religiosos
y los kurdos, que salieron victoriosos en las elecciones del pasado
15 de diciembre, continúan sus negociaciones con los suníes y los
chiíes laicos para acercar sus puntos de vista respecto a la
formación del gobierno.
Los chiíes religiosos, encabezados por la Asamblea Suprema de la
Revolución Islámica (ASRI), de Abdelaziz Al Hakim, insisten en que
sea creada una entidad federal para su comunidad en el sur y el
centro del país, lo que rechazan los suníes al considerar que puede
conducir al desmembramiento del país.
Por su parte, el presidente saliente de Irak, Yalal Talabani,
condenó los ataques perpetrados hoy en Ramadi, al oeste de Bagdad,
y en la ciudad santa chií de Kerbala (sur), y advirtió de que
«están dirigidos contra la unidad del país».
Talabani pidió a los distintos grupos políticos y religiosos de
Irak que se unan para «no permitir a los terroristas que saboteen
el proceso político».
Según la televisión iraquí, que citó a fuentes policiales y
médicas, los atentados suicidas en Kerbala y Ramadi, esta última
ciudad un bastión insurgente, costaron la vida a al menos 109
personas y causaron heridas a otras 250, en la jornada más cruenta
en los últimos meses en Irak.
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