Los Reyes con el depuesto presidente mauritano, el mes pasado en la audiencia que se celebró en Palma. Foto: J. TORRES

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OTR/PRESS-NUAKCHOTT

En medio de una fuerte crisis económica por el encarecimiento de los alimentos que padece Mauritania, el presidente del país, Sidi Mohamed Ould Cheikh Abdallahi, y el primer ministro del país, Yahia Ould Ahmed El-Ouakef, fueron detenidos en la mañana de ayer por miembros de la guardia presidencial bajo las órdenes del general Mohamed Ould Abdelaziz, y posteriormente depuestos de sus cargos. El líder del golpe de Estado perpetrado acababa de ser destituido como jefe del Ejército, junto a otros tres altos cargos del Ejército, y ya había participado en el golpe de estado de 2005, que llevó al poder a una junta militar hasta junio de 2007, cuando fue sustituida democráticamente por Abdallahi.

Eran las nueve horas de la mañana cuando, según explicó la hija de Abdallahi, Amal Miny Cheikh Abdallahi, agentes de seguridad de la BASEP (el batallón de seguridad presidencial) se llevaban al presidente mauritano del Palacio Presidencial. Los militares hacían lo mismo con el primer ministro del país, Yahia Ould Ahmed El-Ouakef, y se los llevaban a un lugar desconocido, según apuntó un funcionario de la presidencia. Poco después, el propio portavoz del presidente confirmaba que se trataba de «un golpe de Estado contra la Constitución».

La cadena de televisión estatal informaba de lo ocurrido e inmediatamente después cortaba su emisión, al mismo tiempo que los soldados tomaban las calles de la capital, Nuakchott, y recurrían a gases lacrimógenos para intentar disipar al medio centenar de manifestantes pro Abdallahi que se congregaban en el centro de la capital para pedir su liberación.

A medida que la noticia se expandía por los medios internacionales, la mayoría de los países hacían pública su condena de este golpe de Estado. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se mostró confiado de que se produzca la «inmediata liberación» de los dos detenidos, así como el «restablecimiento de la normalidad democrática». En la misma línea, la Comisión Europea condenó con «firmeza» el alzamiento militar, según aseguró en un comunicado el comisario de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel, que añadió que «esta situación puede poner en duda nuestra política de cooperación con Mauritania». De esta forma, Bruselas manifestó su «preocupación» por esta situación, que «pone en peligro los avances democráticos ejemplares».

Por su parte, Estados Unidos también quiso manifestarse en contra del acto militar, alegando que «éste fue un Gobierno democráticamente electo y constitucional y nosotros condenamos el acto», según afirmó el portavoz del Departamento de Estado, Gonzalo Gallegos, a la prensa. En la misma línea, Francia no tardó en manifestar su «hostilidad» contra este golpe de Estado a través del portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores francés, Romain Nadal.