La firma que el euroescéptico presidente checo Vaclav Klaus estampó a primera hora de ayer tarde en el Tratado de Lisboa permite culminar el largo y accidentado proceso de ratificación de un texto aprobado el 13 de diciembre de 2007 en la capital portuguesa por los 27 líderes de la Unión Europea.
Para llegar hasta aquí, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se vieron obligados a conceder a Klaus las garantías que pedía para firmar Lisboa y en la cumbre celebrada la semana pasada en Bruselas acordaron que la República Checa se sume a Reino Unido y Polonia para que no se aplique en el país la Carta de Derechos Fundamentales que figura en el Tratado.
Después, todas las miradas estaban puestas en el veredicto del Tribunal Constitucional checo, que ayer mismo despejaba el camino a Klaus al desestimar el recurso interpuesto el pasado mes de septiembre por 17 senadores checos y considerar compatible con la Carta Magna checa el tratado europeo.
Una vez que la República Checa deposite en Roma el instrumento de ratificación, entrará por tanto en vigor el Tratado que diseña la nueva arquitectura institucional de la UE, el próximo 1 de diciembre, según anunció la presidencia sueca.
El también denominado Tratado de Reforma fue redactado después del fracaso de la malograda Constitución Europea, que comenzó a fraguarse en 2002 bajo presidencia española de la UE y fue rechazada por franceses y holandeses abriendo una seria crisis institucional.
El que sucederá al Tratado de Niza comenzó su proceso de ratificación el 17 de diciembre de 2007 en Hungría, primer Estado miembro en firmarlo, fue sometido dos veces a referéndum en Irlanda, tropezó con las reservas de Polonia y con los obstáculos de Praga.
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