John Demjanjuk. | MICHAEL DALDER

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La Audiencia de Múnich condenó hoy a cinco años de cárcel al ucraniano John Demjanjuk, de 91 años, por complicidad en la muerte de unos 28.000 judíos en el campo de exterminio nazi de Sobibor, en la Polonia ocupada, donde ejerció como guarda voluntario.

La sentencia se produjo exactamente dos años después de la entrega a Alemania de Demjanjuk, procedente de EEUU donde vivía desde los años 50, y tras año y medio de un proceso al que el acusado ha asistido en silla de ruedas.

Demjanjuk, quien en 1988 fue condenado a morir en la horca en Israel como presunto «Iván el Terrible» del campo nazi de Treblinka -sentencia revocada cinco años después al probarse que esa identidad correspondía a otro ucraniano-, fue declarado culpable de complicidad en el Holocausto.

La condena dictada queda un año por debajo de los seis que había pedido la acusación, mientras que la defensa reclamaba la libre absolución por considerar que Demjanjuk no fue responsable de los crímenes del nazismo, sino su víctima.

Nacido en Ucrania en 1920, Demjanjuk fue capturado como soldado soviético en 1942 por los nazis, que lo convirtieron en «Trawniki» o guarda voluntario de Sobibor, concebido exclusivamente como campo de exterminio y donde se asesinaba a judíos deportados desde toda Europa en la cámara de gas, unas horas después de su llegada.

Traslado

El juicio en Múnich se abrió el 30 de noviembre de 2009; el 12 de mayo Demjanjuk había sido entregado por EEUU a Alemania tras agotar su familia todos los recursos en contra de su traslado.

Empezó así un proceso marcado por la ausencia de testigos que pudieran identificarlo, puesto que apenas hay supervivientes de Sobibor, y basado en la hoja de servicios con el número 1393, según la cual Iwan Demjanjuk -su nombre de pila antes de emigrar a EEUU- fue uno de los 120 «Trawniki» del campo.

El procesado sirvió como tal en Sobibor entre marzo y septiembre de 1943, año en que se desmanteló el campo.

La defensa argumentaba que fue obligado a servir a los nazis, puesto que negarse equivalía a ser ejecutado, y recordó a lo largo del juicio que varios de los oficiales de las SS encargados de darles órdenes fueron absueltos por la justicia alemana en 1966.

Tanto la fiscalía como la acusación particular -en su mayoría, familiares de judíos holandeses muertos en Sobibor- declararon en sus alegatos que no aspiraban a ver en la cárcel a Demjanjuk, sino a una sentencia de carácter simbólico, dada la avanzada edad de procesado y el tiempo transcurrido.

El acusado ha asistido a todo el proceso en silla de ruedas, sin pronunciar palabra más que a través de su intérprete al ucraniano, generalmente para expresar su malestar físico.

Demjanjuk se encontraba en prisión preventiva desde su entrega a Alemania y, de acuerdo a varios dictámenes médicos, su juicio se desarrolló con un máximo de dos vistas por semana -de no más de 90 minutos cada una, a petición de la defensa- en atención a su estado físico y edad.