Manifestantes afganos portan pancartas con la cara marcada Asif Ali Zardardel durante una protesta contra los ataques de cohetes y artillería presuntamente realizados por las fuerzas de seguridad paquistaníes desde el otro lado de la frontera, en Kabul. | S. SABAWOON

TW
0

En medio de la inquietud por la retirada de la OTAN, el presidente afgano, Hamid Karzai, afronta un delicado relevo en la cúpula del aparato de seguridad, muy criticada por el aumento de la violencia y la creciente infiltración taliban.

Esta semana, Karzai destituyó al jefe de los servicios secretos del país, Rahmatulá Nabil, tras alegar que había ocupado ya dos años el cargo, y la oficina presidencial explicó que el depuesto será pronto nombrado «embajador en un país extranjero».

La salida de Nabil llegó después de que a principios de mes el Parlamento retirase la confianza a los ministros de Defensa, Abdul Rahim Wardak, e Interior, Bismulá Mohamadi, lo que obligó a Karzai a anunciar días después su destitución.

Aspiraciones personales

Wardak y Mohamadi fueron acusados por los diputados de fallar en el control de los frecuentes ataques transfronterizos desde Pakistán, incómodo vecino de Afganistán al que se atribuye un apoyo a facciones insurgentes como los talibanes.

Karzai, actualmente en Irán con motivo de una cumbre de países no alineados, no ha designado aún los sustitutos, algo que se espera que haga a su vuelta este fin de semana, pero los nombres de los probables candidatos son ya de dominio público.

La prensa ha especulado con que la reestructuración exige, por un lado, mantener el delicado equilibrio étnico y, por otro, puede suponer un intento de Karzai de propiciar un clima favorable a sus aspiraciones políticas y las de su entorno a largo plazo.

Las quinielas apuntan a que la jefatura del llamado Directorio de Seguridad Nacional (servicios de inteligencia) será ocupada por Asadulá Khalid, un antiguo gobernador de la conflictiva provincia de Kandahar (sur) y actual ministro de Asuntos Tribales y Fronterizos.

Khalid, que ha recibido críticas de organizaciones defensoras de los derechos humanos -y también de prácticas de corrupción-, está considerado, sin embargo, como bastante próximo a Karzai.

«Ha pagado dinero a los líderes tribales, sobre todo en el este y el sur del país, para luchar contra los talibanes y provocar divisiones entre la gente», explicó a Efe el analista Wahid Muzhda.

La fuente deslizó que Karzai está maniobrando con «su gente» la manera de perpetuarse en el poder de cara a las elecciones presidenciales, previstas para 2014.

A estos comicios, que coinciden con la retirada nunciada de la totalidad de las tropas aliadas, no puede concurrir según la Constitución el actual presidente, que está en su segundo mandato, pero circulan versiones diversas sobre sus intenciones, entre ellas que podría presentarse un familiar suyo.