En los últimos meses su estado de salud había empeorado considerablemente y en septiembre pasado fue operado de urgencia por la obstrucción de un vaso sanguíneo en una pierna, tras lo que pidió el alta voluntaria del hospital.
Falleció en casa acompañado de quien fue su pareja en los últimos años, su colaboradora Ruth Loah, y de su hija, Susanne, que vive en Inglaterra y voló a Hamburgo el lunes al constatar los médicos que no había esperanzas.
Schmidt, convencido europeísta, se convirtió en el quinto canciller de la República Federal Alemana (RFA) al suceder al frente de la cancillería en 1974 a su correligionario Willy Brandt.
Durante sus mandatos mostró firmeza ante el terrorismo de la banda Fracción del Ejército Rojo (RAF), y tuvo también que hacer frente a las crisis económicas de los años setenta.
Juhto al entonces presidente de Francia, el conservador Valéry Giscard d'Estaing, Schmidt fortaleció el eje franco-alemán e impulsó la unidad europea, con el Sistema Monetario Europeo y la celebración de cumbres.
Schmidt abandonó la cancillería en 1982, pero ha seguido presente en la vida política alemana y se mantuvo como una voz autorizada en los principales debate políticos y económicos en el país, con una clara defensa de la unidad europea y del euro.
En 1981 se le había colocado ya un marcapasos y después sufrió varias complicaciones cardiacas, la más grave un infarto agudo en 2002.
Schmidt, fumador empedernido que no abandonaba el cigarrillo ni en los actos oficiales ni en las entrevistas de televisión, no dejó el tabaco hasta este verano, cuando ya ni los médicos se lo pedían.
En julio de 1994 fue investido doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de Santander (España) y dos años después fue galardonado con el Premio Godó de Periodismo por su artículo titulado «Maniobras alemanas antieuropeas», publicado en «Die Zeit» y reproducido en El País el 1 de octubre de 1995.
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El tabaco no le ha matado.