Miembros de la policía y de los servicios especiales trabajan en el lugar donde se produjo el primer atentado en el aeropuerto de Zaventemen Bruselas. | Efe

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La eficacia de los servicios de seguridad belgas en la lucha contra el terrorismo, cuestionada tras los ataques del 13 de noviembre en París, se ha puesto de nuevo en entredicho tras los atentados del martes en el aeropuerto internacional de Zaventen y la estación de metro de Maalbeek.

A las autoridades belgas les llueven las críticas por su pasividad en la lucha contra la radicalización y en la persecución de yihadistas desde que la investigación de los atentados en la capital francesa revelara que estos fueron planeados y preparados en Bélgica por hombres conocidos en su mayoría por la Policía belga.

El pasado viernes, cuando Salah Abdeslam, el yihadista al que se atribuye la autoría logística de los atentados de París, fue capturado en Molenbeek, su barrio de toda la vida, tras cuatro meses de fuga, se volvió a hablar de los fallos de los servicios de seguridad belgas.

«Esta larga cábala no es un gran éxito para los servicios de inteligencia belgas. O Salah Abdeslam era muy listo, o los servicios belgas son muy malos, lo que es más posible», llegó a decir el diputado francés y exmagistrado terrorista Alain Marsaud.

La prensa internacional ha achacado en los últimos meses esa supuesta falta de efectividad, entre otras cosas, a la desorganización política y administrativa en el país, que tiene un Gobierno federal, tres regiones y tres comunidades lingüísticas: flamenca, francófona y alemana.

Solo en Bruselas hay seis departamentos de policía diferentes, que cubren 19 distritos comunales, con sus respectivos alcaldes.

El politólogo belga Dave Sinardet dijo que aunque es cierto que una parte de las fuerzas de seguridad belgas no están bien organizadas, lo que les resta efectividad, no se les puede echar en cara que no hayan sido capaces de prevenir los atentados del martes.

«Este tipo de ataques no se pueden evitar», afirmó Sinardet, quien recuerda que ha habido atentados antes en otras ciudades, como París, Londres, Madrid o Nueva York, y que cree que «desafortunadamente, ocurrirán en otros lugares».

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Añadió que otro problema en Bélgica es que en el pasado ha dedicado «mucha energía política a discutir sobre las cuestiones institucionales», incluido el conflicto lingüístico entre flamencos y francófonos, en lugar de invertir esfuerzos en otros ámbitos, como el reforzamiento de los servicios de seguridad.

También mencionó el problema de la falta de recursos financieros de los servicios belgas, que a menudo se apoyan en países vecinos, en particular en Francia.

«Probablemente Bélgica está además peor equipada» en ese ámbito, consideró.

El politólogo reconoce que tras los atentados de «Charlie Hebdo» y los de París han aumentado los medios financieros, aunque considera que se ha hecho «muy poco y muy tarde», y matiza que algunas de las medidas que se pretenden aplicar aún no se han puesto en marcha completamente.

Bélgica es el país europeo con el mayor número de combatientes extranjeros per cápita: más de 450 belgas se han trasladado a Siria para combatir o han intentado hacerlo.

De ellos, 117 han regresado, según las cifras facilitadas el pasado febrero por el ministro belga del Interior, Jan Jambon, citando datos de finales de enero.

De los belgas que han ido a Siria, hay 269 en ese país, seis en ruta, 117 que han regresado a Bélgica y 59 que no han conseguido llegar a su destino.

Según fuentes antiterroristas belgas, el 90 por ciento de estos veteranos han regresado o planean regresar al país, y las autoridades asumen que «uno de cada nueve» tiene intenciones de cometer atentados en suelo europeo.