El pontífice reflexiona sobre los peligros que acechan a la institución que encabeza. | Efe

TW
0

El papa Francisco advirtió sobre el «cáncer» que representa la «degenerada lógica de las intrigas» y el peligro de los «traidores de la confianza» en la Curia, en su tradicional mensaje navideño al gobierno de la Iglesia.

Ante cardenales, arzobispos y altos jerarcas católicos, el papa comenzó su extenso discurso expresando su deseo de que estas fiestas «nos hagan abrir los ojos y abandonar lo que es superfluo, lo falso, la malicia y engaño para ver lo esencial, lo verdadero y lo bueno».

En esta ocasión Francisco decidió abordar la proyección de la Curia Romana «ad extra», hacia el mundo exterior, pues en su opinión si se encierra en si misma «caería en la autorreferencialidad, que la condenaría a la autodestrucción».

Lo hizo no sin antes advertir acerca de una serie de peligros que a su parecer la acechan y recordar ante los curiales la necesidad de una «filial obediencia» al sucesor de San Pedro.

«Esto es muy importante si se quiere superar la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos que en realidad representan -a pesar de sus justificaciones y buenas intenciones- un cáncer que lleva a la autorreferencialidad», alertó.

Este mal, aseveró, «se infiltra también en los organismos eclesiásticos en cuanto tales y, en particular, en las personas que trabajan en ellos».

Así enlazó con otro de los «peligros» que a su parecer planean sobre esta antigua institución, el de «los traidores de la confianza o los que se aprovechan de la maternidad de la Iglesia».

Los definió como personas seleccionadas para «dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma» de la Iglesia de Roma pero que sin embargo olvidan sus misiones y acaban sucumbiendo a la corrupción.

«Se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, y cuando son delicadamente apartadas se auto-declaran mártires del sistema, del 'papa desinformado', de la 'vieja guardia'..., en vez de entonar el 'mea culpa'», aclaró el papa argentino, que no obstante defendió a la «inmensa mayoría» que trabajan con fidelidad y compromiso.

En definitiva, Francisco recordó que la Curia debe trabajar «en el nombre y con la autoridad del Sumo Pontífice y siempre por el bien y al servicio de la Iglesia», pero sobre todo con «fidelidad», una palabra que pronuncio en varias ocasiones en su discurso.

Dado que su mensaje este año estaba centrado en la Curia y las relaciones que debe mantener con otros países y religiones, el papa abordó el papel «fundamental» que juega la influyente diplomacia vaticana.

Esta, aclaró, debe buscar «sincera y constantemente el que la Santa Sede sea un constructor de puentes, de paz y de diálogo entre las naciones».

El pontífice recordó que la Santa Sede está presente en la escena mundial «para colaborar con todas las personas y las naciones de buena voluntad y para repetir constantemente la importancia de proteger nuestra casa común frente a cualquier egoísmo destructivo».

Y también para «afirmar que las guerras traen solo muerte y destrucción», «sacar del pasado las lecciones necesarias que nos ayudan a vivir mejor el presente» y «construir sólidamente el futuro y salvaguardarlo para las nuevas generaciones».

Francisco recordó a los curiales que es «de máxima importancia» su relación con las diócesis, basada «en la colaboración, la confianza y nunca en la superioridad o el contraste», y defendió la «diversidad» que implican las Iglesias orientales.

También abordó el «diálogo ecuménico» con otras vertientes del Cristianismo, un camino a la unidad «irreversible» para disipar con las diferencias teológicas que aún dividen a los cristianos, y la relación de la Curia con el Judaísmo, el Islam y otras religiones.

En este sentido apuntó a la «necesidad del dialogo» porque «la única alternativa a la barbarie del conflicto es la cultura del encuentro», dijo, recuperando sus palabras en abril de 2017 en la Universidad egipcia de Al Azhar, centro teológico suní.

Francisco concluyó su discurso en la imponente Sala Clementina del Palacio Apostólico defendiendo una fe que guíe, en Navidad, hacia aquella Belén en la que nació Jesucristo, «no entre los reyes y el lujo, sino entre los pobres y los humildes».

Por último, tras saludar uno a uno a los miembros de la Curia, el papa les hizo entrega de dos libros: por un lado la obra de Teología espiritual «Voglio vedere Dio» (Quiero ver a Dios), del beato y carmelita descalzo María Eugenio di Gesú Bambino.

Y también un segundo volumen titulado «La festa del perdono» (La fiesta del perdón), editado tras el Año Santo de la Misericordia del año pasado.