Serguéi Surovkin, vestido de gala, en un desfile de las fuerzas armadas rusas. | ARCHIVOS

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Tras derramar litros de sangre en Siria, Serguéi Surovkin ha puesto su carta de presentación sobre la mesa y no es menos bizarra. Los dos últimos ataques sobre Ucrania tienen su firma en cada misil que ha caído sobre las ciudades de Kiev, Zaporiyia, Leópolis, Pryluky, Khmelnytskyi, Dnipro, Nizhyn, Zhytomyr y Jarko. Decenas de víctimas civiles, daños en infraestructuras públicas de primera necesidad y la sensación de un peligro constante es su bagaje en tan sólo dos noches como jefe de las operaciones. "Es conocido como un comandante despiadado", ha dicho Michael Kofman, director de estudios sobre Rusia en CNA, según el Instituto para el Estudio de la Guerra.

Decenas de víctimas han caído ya bajo sus garras de hielo. "Con él al mando, pueden caer las cabezas de los hombros de manera instantánea", afirman fuentes cercanas al Kremlin. Con un currículum muy extenso, Surovkin, se ha puesto a los mandos de los operativos militares que azotan a Ucrania de manera constante. Tras el último ataque, menor que el de este lunes, suma ya 12 muertos bajo su amparo. Desde julio se ocupaba de las operaciones en el sur de Ucrania y tuvo que verse con las contraofensivas potentes de las tropas de Zelenski. Ahora, al frente, el terror aumenta.

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Putin ha recurrido a esta medida extrema, después de perder las zonas de Járkov y Limán, además de la destrucción del puente de Kerch. Al general, se le conoce por su crueldad y ya tiene experiencia en situaciones relacionadas con zonas limítrofes. En 2004 estuvo al mando de la división en el conflicto con Chechenia. La guerra de Moscú contra la república independentista fue otro ejemplo de brutalidad contra la población civil con crímenes de guerra y localidades completamente arrasadas.

Pasado oscuro

Además, de ser un general que destaca por su crueldad, frialdad y ser un sanguinario en el campo de batalla. A este «general de hielo», no le faltan escándalos judiciales a su espalda. Estuvo tres meses en prisión por comandar un golpe de estado en 1991, a las puertas de la caída de la Unión Soviética. También estuvo procesado por tráfico ilegal de armas en 1995, pero su condena fue anulada por algún motivo aún por descubrir. Por finalizar, antes de empezar la guerra de Ucrania, se vio involucrado en la lista de nombres que hizo pública la Unión Europea en su paquete se sanciones sobre distintos ciudadanos rusos.