«Me querían», prosigue, «para ponerme como ejemplo ante todos mis colegas, alcaldes y representantes públicos de Ucrania de lo que les podía pasar si, como yo, se negaban a dar apoyo a los rusos». Fedorov (Melitopol, 1988) ocupó titulares en todo Occidente al ser detenido a principios de marzo por diez miembros de las fuerzas rusas que habían ocupado su ciudad, Melitopol, y tras negarse a cooperar con ellas. Para cuando fue liberado, seis días después, había una nueva alcaldesa, Galina Danilchenko, que pedía a los ciudadanos que no se resistiesen a la ocupación rusa para que se pudiese «volver a la normalidad».
«Rusia quería algo fácil, quería que yo fuese a la plaza central de mi ciudad y les dijera a mis ciudadanos: 'lo siento, nos vamos a Rusia'. Pero eso no es posible. ¡Están locos! No entienden que los ciudadanos, la nación y los alcaldes no quieren eso», asegura Fedorov. La invasión rusa pilló a Fedorov en su segundo año como alcalde y «evidentemente, sin estar preparados para la guerra», recuerda. En los primeros momentos contactó a la Policía, servicios de emergencia y militares locales para «tratar de entender qué había pasado»: «cuántos muertos y heridos había, si teníamos medicamentos, qué pasaba con los colegios y guarderías y, por supuesto, dónde están las tropas rusas y cómo de rápido podían llegar a la frontera de Melitopol».
«Los primeros pasos fueron para organizar a nuestro personal y dar un mensaje muy importante a sus ciudadanos: nadie sabía lo que iba a pasar en los próximos minutos, horas o días, necesitábamos dar mensajes reales y ellos debían tomar decisiones: quedarse en Melitopol, sacar a sus hijos de allí...», rememora Fedorov. Fedorov, que ahora vive a dos horas al norte de Melitopol, en Zaporiyia, asegura estar orgulloso de sus ciudadanos. «Tenemos mucha menos colaboración, menos ciudadanos que apoyan a los rusos. Todos están esperando la liberación y construir una nueva Ucrania en nuestra ciudad». «Hace dos años tenía otro plan y otra lista de cosas que hacer con mis ciudadanos, pero ahora tenemos un nuevo reto. Queremos volver a nuestra ciudad con nuestros ciudadanos en un futuro cercano», afirma.
Desde Estrasburgo, agradece al Parlamento Europeo el premio Sájarov pero avisa de que no es suficiente y pide más apoyo de los gobiernos e instituciones europeas para «una victoria rápida, porque defendemos los valores europeos». «Ahora toda la Unión Europea se prepara para celebrar la Navidad y el Año Nuevo, comprando los regalos, y esto solo es posible con la valiente nación ucraniana. Nuestro ejército y ciudadanos en territorios ocupados, y también los que ahora sobreviven sin calefacción, defienden los valores europeos. Nuestra nación da garantías de seguridad a todos los países europeos», incide.
Preguntado si se siente un símbolo de la resistencia, su respuesta encaja en el espíritu del premio que hoy les otorga la Eurocámara: lo recibirá él junto a Yulia Paievska, fundadora de la unidad de evacuación médica ucraniana «Ángeles de Taira», y Oleksandra Matviychuk, directora del Centro para las libertades civiles -una de las ONG que recaba pruebas de los crímenes de guerra rusos-, pero los auténticos galardonados son los ucranianos. «La nación ucraniana es el símbolo de nuestra resistencia», concluye.
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