Un trabajador restaura la red eléctrica tras un bombardeo en Jersón. | Reuters

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Liberada por Ucrania hace más de dos meses, Jersón intenta reconstruir una vida normal, pero sigue medio vacía, ya que continúa sufriendo los bombardeos rusos a diario. «Cuando la ciudad estaba ocupada apenas salía para evitar encontrarme con los rusos en la calle. Ahora evito salir por los constantes ataques rusos», dice a EFE Diana Nikitiuk, una residente de 24 años. Diana se quedó en Jersón desde que se convirtió en la única capital regional capturada por Rusia al comienzo de la invasión y no se marchó tras su liberación el 11 de noviembre, cuando las tropas rusas se retiraron por la ofensiva ucraniana.

Dice a EFE que la ciudad se siente más vacía que cuando la ocupación, cuando cerca del 70 % de la población la abandonó. Los que se marcharon antes quieren volver a la ciudad y algunos la visitan en estancias breves. Sin embargo, explica Diana, es difícil vivir aquí porque no hay alarmas antiaéreas que avisen de los ataques desde el otro lado del río Dnipro, donde están estacionadas las tropas rusas. Ella tiene que salir para hacer la compra, alimentar a muchos gatos callejeros y enviar paquetes a sus amigos que han abandonado la ciudad durante la ocupación.

«Es deprimente ver todo esto», dice y comparte con EFE una fotografía del agujero dejado por una mina tras explotar en el pavimiento cerca de su casa. Otras imágenes muestran múltiples cráteres y paredes ennegrecidas de los edificios dañados. Más de 70 personas murieron desde el comienzo de los intensos ataques el 20 de noviembre y diez de ellas fallecieron en el día más mortal, el 24 de diciembre, según las autoridades locales. Cuando la ciudad estaba ocupada Diana comprobaba regularmente el estado de muchos mayores cuyos familiares se habían ido.

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Recientemente incluso algunos decidieron marcharse tras ser testigos de explosiones a solo unos cientos de metros. Diana se resiste a tener que hacer lo mismo. «¿Por qué tendría que irme? Siento que este es mi hogar. Estoy contenta porque puedo ver la bandera ucraniana en la Plaza de la Libertad y solo veo soldados ucranianos, no los rusos, en las calles. De alguna manera sobreviviremos a los ataques, por algún motivo no tengo miedo», explica. Sin embargo, está preocupada por su madre, que trabaja en una de las instituciones médicas de la ciudad. «Los hospitales se han convertido en objetivos para los rusos», dice Diana.

El hospital infantil de Jersón resultó dañado en un ataque reiterado el lunes mientras que el precedente, en Nochevieja, destruyó dos Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y el edificio de la maternidad. Que su madre mantenga el empleo sirve de ayuda, tanto para rebajar el estrés manteniéndola ocupada como para también ganar dinero para la familia. Diana puede trabajar en remoto y habría sido difícil para ella mantener a su familia, con su padre sin encontrar trabajo, en una ciudad golpeada por la guerra. Rusia sigue negando que tenga como objetivo zonas civiles y acusa a las tropas ucranianas de bombardear a sus propios ciudadanos.

Diana resalta que no ha visto ni oído equipo militar pesado en la ciudad. A pesar de los ataques, siente que no se puede quejar porque hay muchos ucranianos que lo están pasando peor .«Aquí no tenemos cortes de luz programados y solo hay los apagones de emergencia, a diferencia del resto de Ucrania», explica. También es difícil para ella hacerse una idea de cómo los soldados ucranianos se las arreglan para soportar la presión del combate y la dureza del frente. «De algún modo estamos aguantando, juntos, ayudándonos unos a otros», subraya Diana.