Jacques Delors. | Jean-Paul Pelissier

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Con la desaparición de Jacques Delors, la Unión Europea pierde a uno de sus arquitectos y la ciudadanía europea a uno de sus grandes referentes, uno de esos políticos excepcionales que dejan huella por su empeño y por sus logros. Hombre de profundas convicciones y de formación mounierista, llegó a la Presidencia de la Comisión casi sin querer, pero inmediatamente se convirtió en un gran impulsor del proyecto europeo.

Su empeño en poner en pie el mercado único y su informe para conseguir la moneda única como ejemplo de las grandes realizaciones de la Unión Europea entre 1985 y 1995, años en que presidió la Comisión Europea, le otorgan un lugar de privilegio en la historia europea al mismo nivel que los fundadores de la Comunidad Europea. Fue una ‘década prodigiosa', como la han calificado algunos, que no hubiese existido sin la complicidad que Delors consiguió de todos los dirigentes políticos europeos de entonces.

Impulsor también del programa Erasmus, Delors fue, sobre todo, un hombre de acción dispuesto a promover todo aquello que condujese a una Europa unida, a una Europa económicamente poderosa y preparada para desempeñar un papel de liderazgo en la escena internacional. Su memoria quedará ligada para siempre a los momentos más cruciales y exitosos la construcción europea. Delors contribuyó también decisivamente tanto al ingreso de España en la Comunidad Europea en 1985 como a dotar a los fondos estructurales de grandes sumas de dinero que coadyuvaron decisivamente al desarrollo de nuestro país.

Hoy es un día triste para Europa, hemos perdido a uno de los grandes, a un político comprometido y resueltamente convencido de que solo hay un futuro para Europa, el de la unidad.

*Comité Ejecutivo Consell de les Illes Balears del Moviment Europeu