El momento no puede ser más inoportuno, según reconocen fuentes internacionales, a apenas dos meses de la inauguración de los Juegos de París, todo un reto logístico y organizativo que ha centrado los esfuerzos del gobierno francés y las autoridades policiales. La violencia en Nueva Caledonia, que se ha cobrado ya seis víctimas mortales, ha obligado a enviar efectivos a reforzar los dispositivos disponibles en el territorio insular. La tarea no es sencilla, pues desde España tardaríamos entre veinticinco y treinta horas de vuelo antes de aterrizar en Nouméa si el aeropuerto retomara su actividad.
Las autoridades francesas reseñan que los disturbios de Nueva Caledonia parecen no haber sido casuales, y en cambio han sido golpeados «objetivos especialmente sensibles», como el bloqueo de las carreteras más importantes o la destrucción de almacenes y empresas. Los incendios han cundido entre los edificios y sedes públicas, y ante la prensa local el fiscal Dupas insiste en que el estallido de hace una semana tenía «una planificación que parece haber sido definida de antemano». También señala que, a pesar de la progresiva reducción de la violencia tras el envío de un refuerzo de mil policías y gendarmes, «sigue habiendo focos de violencia» alimentados por personas «decididas» que siguen disparando contra las fuerzas de seguridad.
Un total de seis personas (cuatro civiles y dos gendarmes) han muerto en los disturbios, en un territorio con una elevada concentración de armas debido a la afición a la caza de muchos de los 270.000 habitantes. El Gobierno francés aprobó en la noche del lunes que los militares puedan participar en la protección de los edificios públicos a fin de liberar a los agentes policiales para otras tareas.
Las informaciones procedentes del territorio autonómo francés del Pacífico Sur señalan que en algunas zonas cuyo acceso estaba bloqueado por barricadas se han colocado banderas blancas y los habitantes están retirando los obstáculos, sobre todo en el barrio de Magenta, en Nouméa. La reapertura del aeropuerto internacional de La Tontouta, a unos 45 kilómetros de Nouméa, se ha retrasado hasta el próximo sábado, aunque está previsto que este mismo martes haya dos vuelos puntuales de evacuación de turistas australianos bloqueados, mientras que Nueva Zelanda espera enviar un avión con ese objetivo. Estas evacuaciones, con aviones militares, se harán desde pequeños aeropuertos domésticos. También sigue bloqueado un número no precisado de turistas franceses.
Tras estos movimientos se encuentra una razón de fondo: el descontento local por una polémica reforma electoral. Según algunas perspectivas, corre el peligro de diluir el peso de la población de origen nativo en el censo. La oposición a estas medidas no solo se ha producido en Nueva Caledonia, y los presidentes de las regiones francesas de ultramar de Reunión, Guadalupe, Martinica y Guayana han pedido la «retirada inmediata» del proyecto impulsado por el gobierno de Emmanuel Macron. Además del turismo, Nueva Caledonia es un territorio rico en minerales, y de hecho la extracción de níquel es uno de los pilares de su economía.
Algunas voces internacionales sostienen que los flujos de este comercio podrían explicar en buena medida el interés porque las cosas en Nueva Caledonia anden alteradas. Tampoco hay que desechar la posibilidad de que la postura de Francia en las principales cuestiones internacionales, especialmente sus apoyos inquebrantables a Ucrania e Israel, le granjeen detractores. Concretamente, la cadena catarí Al Jazeera refirió recientemente las acusaciones de Francia a Azerbaiyán de estar detrás de las protestas y la violencia que han sacudido su territorio insular del Pacífico. No caiga en saco roto que Azerbaiyán, con tradicionalmente escasa presencia en el área de Asia Pacífico, se encuentra a casi 14.000 kilómetros de Nueva Caledonia. Por si cabe la duda, Bakú ha negado tales acusaciones.
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