Amal Nsair y sus hijos en su actual escondite en Gaza. | Reuters - Mohammed Salem

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El sofocante verano está empeorando las condiciones en Gaza, donde casi todos sus 2,3 millones de habitantes han sido expulsados de sus hogares por la campaña militar israelí y donde escasean tanto la electricidad como el agua potable.

Las familias que viven en tiendas de campaña, en refugios abarrotados en escuelas de la ONU o hacinadas en casas particulares enfrentan el aumento de las temperaturas estivales sin aire acondicionado, duchas ni un sistema sanitario que funcione, en medio de unas tasas crecientes de desnutrición y enfermedades. En un aula escolar compartida como refugio entre distintas familias de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, Amal Nsair, de 38 años, teme que el aumento del calor y la humedad, junto al incremento de mosquitos y otros insectos, afecten negativamente a su salud.

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Su hijo no puede dormir y no tiene nada para refrescarlo, salvo un ventilador hecho de cartón. La familia vivía en Beit Hanoun, en el norte de la Franja de Gaza, de donde huyeron a principios del conflicto. «El cuerpo de mi hijo está caliente. Antes lo lavaba, pero ahora necesito agua. También estoy muy preocupada por la salud de mi marido. Ha perdido la mitad de su peso por cargar agua». Se prevé que esta semana las temperaturas en Gaza superen los 30 grados centígrados. En los últimos años se han producido una serie de olas de calor letales en todo el Mediterráneo a medida que avanza el verano boreal.

La electricidad de Gaza procedía en gran parte de Israel, pero se cortó en cuanto empezó la guerra, junto con el combustible para la única central eléctrica del territorio. El diésel para abastecer a los generadores privados se agotó poco después. La guerra comenzó cuando el grupo militante palestino Hamás envió combatientes a través de la frontera de Gaza el 7 de octubre, provocando la muerte de más de 1.200 personas, en su mayoría civiles, y el secuestro de 253 rehenes, según recuentos israelíes.

La campaña militar israelí comenzó el mismo día y ha arrasado amplias franjas del enclave, destruyendo la mayor parte de las infraestructuras y dejando más de 37.600 palestinos muertos, según las autoridades sanitarias de la Gaza gobernada por Hamás. «Los insectos y los mosquitos nos pican toda la noche. No duermo para poder ponerle crema a mi hijo, cualquier tipo de pomada o crema para que no le piquen los mosquitos. Se pasa la noche rascándose», dijo Nsair.