Líderes mundiales en la cita climática en la capital azerbaiyana. | Reuters

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La cumbre del clima de la ONU que arrancó este lunes en Bakú, Azerbaiyán, (COP29) se enfrenta a un escepticismo similar al que suscitaron las negociaciones climáticas en la COP27 de Sharm el Sheij (Egipto) y en la COP28 de Dubai (Emiratos Árabes Unidos), también potencias exportadoras de combustibles fósiles.

Algunas críticas radican en el hecho de que el presidente de la COP29, Mukhtar Babayev, ocupara un alto cargo en la compañía estatal de petróleo SOCAR; rechazo muy parecido al que generó el presidente de la COP28 de Dubái, el doctor Sultán Al Yaber, por estar al frente de la cuarta petrolera más grande del mundo. Azerbaiyán exportó en 2022 26,6 Mt de crudo en 2022, según los datos de la Agencia Internacional de la Energía, y 22,6 bcm de gas natural.

Emiratos Árabes Unidos (EAU), por su parte, es el séptimo productor de crudo del mundo, según la misma fuente, mientras que Egipto es también un principal exportador de combustibles fósiles, tanto gas como petróleo y derivados. Pero que una cumbre del clima se celebre en un país petrolero no necesariamente significa que las negociaciones estén condenadas al fracaso, recuerdan varios ecologistas y especialistas consultados.

De hecho, fue en Dubái (EAU) donde en diciembre de 2023 los cerca de 200 países representados en la COP28 llegaron a un acuerdo «histórico», celebrado por los gobiernos más ambiciosos en la lucha climática, así como por analistas y por organizaciones de la sociedad civil. En este acuerdo se mencionaba explícitamente la necesidad de dejar atrás los combustibles fósiles para hacer frente a la crisis climática. Por otro lado, el país que más cumbres del clima de la ONU ha acogido hasta la fecha, además de Alemania (sede de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) es Polonia, muy dependiente del carbón, el combustible fósil más sucio.

Desde Ecologistas en Acción en España, el coordinador de Clima Javier Andaluz, presente en todos estos procesos multilaterales, señala que en las negociaciones, «a nivel técnico», prácticamente no afecta que la presidencia de la cumbre caiga sobre un país petrolero. El papel del anfitrión, precisa Andaluz, es el de «facilitar las discusiones y los debates entre países para alcanzar distintos acuerdos en función de su mandato». Así, la presidencia de una COP es una suerte de «moderador» de las discusiones, mientras que la delegación del país se encarga de poner sobre la mesa su postura, o la que su grupo negociador adopta en cada caso.

Donde Andaluz precisa que sí influye más el anfitrión de una cumbre es en la segunda semana, el «tramo político donde son los propios ministros los que proponen distintos temas, el nombrar facilitadores o cofacilitadores, que suelen ser de otros países muy distintos, para la gestión de precisamente ese acuerdo». La norma para la presidencia es que sean «lo más neutrales y asépticos posibles», agrega este experto, pero señala que «la presencia tiene una potestad muy particular, que es que si detecta que hay un acuerdo o cree que puede desatascar, puede presentar documentos concretos, cosa que no pueden hacer individualmente los países».

Y, «que aquí haya un país petrolero, que tiene intereses claros con el gas, hace que en esas propuestas, que a veces son muy fundamentales en los tramos finales de la cumbre, vayan mucho más del lado de los intereses posibles», argumenta el ecologista, que aclara que en cualquier caso «no puede desbalancear mucho». Coincide con esta visión la experta en diplomacia climática Marta Torres-Gunfaus, directora del programa de clima en el Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI), con sede en París.

«La presidencia de las COP tiene un papel, que es limitado, pero sí organiza la agenda, crea una dinámica para que las decisiones se tomen por consenso, etcétera; si no eres suficientemente ágil, esto se puede complicar y hace que las negociaciones sean más lentas y se alarguen», señala Torres-Gunfaus. Así, más que el enlace con los combustibles fósiles, esta especialista sostiene que tiene más importancia la capacidad organizativa del país anfitrión.

«La responsabilidad de la ambición es más de los países que son mayores y tienen capacidad de estar empujando que de la presidencia», añade. Torres-Gunfaus apunta algo más: los países dependientes del petróleo y el gas, como han sido los últimos tres anfitriones de las cumbres, «representan un problema que tienen muchos otros» y que hay que encarar, dice, mediante «soluciones muy prácticas y muy reales». El hecho de alojar allí una cumbre, dice, puede incluso centrar más el foco del asunto en los principales culpables del calentamiento global: los combustibles fósiles.