Las detenciones de los seis miembros de ETA en Francia, en el mismo
día en el que Aznar iniciaba su visita oficial al país galo, han
supuesto un duro golpe para la banda, el primero desde que ésta
anunció la tregua unilateral. Dadas las circunstancias, es lógico
preguntarse por el futuro del proceso de paz iniciado en Euskadi y
hasta es posible que algunos consideren que de esta forma puede
ponerse en peligro. Aunque el ministro del Interior, Jaime Mayor
Oreja, declaraba que el Estado de Derecho siempre nos acercará a la
paz.
Es evidente que los violentos pueden tener una excusa para
reiniciar de nuevo su baño de sangre y es cierto que, en las
treguas anteriores, no precisaron de ninguna detención para
reemprender su escalada de terror. Pero también es verdad que no
podemos renunciar a nuestro sistema democrático y a nuestros
mecanismos de justicia.
Los detenidos por la policía francesa pueden tener en su haber
crímenes tan execrables que de ninguna manera pueden quedar
impunes. Al margen de los intentos de magnicidio, como el atentado
contra José María Aznar, entonces líder de la oposición, o el
atentado frustrado contra el Rey en Palma, tienen en su haber
crímenes como el asesinato de Miguel Àngel Blanco, el de Fernando
Múgica, el del concejal sevillano Alberto Jiménez Becerril y su
esposa, y un largo etcétera de muertes absurdas.
De lo sucedido ayer cabe destacar, sin duda, el excelente
funcionamiento de la cooperación hispano-francesa en materia de
terrorismo. Ha sido ésta última operación un nuevo botón de
muestra.
Ahora debemos dejar actuar a la Justicia para que determine si
son culpables de los delitos que se les imputan y, si esto es así,
que les imponga la pena que establecen nuestras normas. Nuestras
leyes son vigentes para todos sin excepción.
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