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Qué hacer con los cientos de miles de kosovares que cruzan las fronteras de su país huyendo de la brutalidad de los serbios o expulsados por éstos? Según Jospin, acogerlos es hacer el juego a Slobodan Milosevic en su intento de dejar Kosovo limpio de musulmanes de origen albanés. Pero abandonarlos a su albur es contribuir a su masacre.

Es seguro que Albania, de ser un país rico, les acogería con los brazos abiertos, pero ni puede ser ni conviene, porque eso es, precisamente, lo que pretende Milosevic. La solución, pues, parece ser la única posible; acoger a los refugiados de forma temporal. José María Aznar, después de la reunión mantenida con algunos ministros de su Gabinete, precisó la posición española: acogida temporal de refugiados y ayuda económica.

Todo ello bajo el control y con la cooperación de la Unión Europea, que es la que ha tomado cartas en esta tragedia que se pretende remediar como empezó, por la vía militar, siempre la peor y la última, pero, en éste, como en otros casos, la única. Hay que acoger a estas inocentes víctimas del genocida porque abandonarlas en sus manos sí es colaborar definitivamente en su objetivo: aniquilar al pueblo kosovar.

Lo que parece obligado es protegerles de las manos de su asesino, acabar con la situación a base de liberar Kosovo de la dominación serbia, terminar con la dictadura de Milosevic y reintegrar a los kosovares a su tierra y sus hogares para abrir un período de negociación política sin la amenaza actual de las tropas y la policía serbias.

Un protectorado de la UE con carácter provisional y la garantía de la OTAN puede dar la tranquilidad necesaria para que el pueblo kosovar pueda decidir libremente su futuro y negociarlo con Belgrado si éste está en manos dialogantes y no en las de un megalómano asesino.