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El ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, Igor Sergueevich Ivanov, es un buen amigo de Mallorca. El jefe de la diplomacia rusa, el hombre clave del conflicto en los Balcanes, visitó Palma en 1992 cuando ocupaba el cargo de embajador ruso en España para inaugurar en el Casal Solleric y en la sala de exposiciones Guillem Mesquida de la Misericordia la muestra Atvanguarda russa. Aquí dejó la impronta de diplomático en ciernes que le convertiría, años más tarde, en un estadista de prestigio en su país. Durante su estancia en la capital balear, Ivanov se entrevistó con los presidente del Govern y el CIM en aquellos años, Gabriel Cañellas y Joan Verger, y con el alcalde, Joan Fageda. «Yo también fuí comunista», declaraba en aquellos años Ivanov a un redactor de este diario. Nacido el 23 de septiembre de 1945 en Moscú, el jefe de la diplomacia rusa se graduó en 1969 en el Instituto de Lenguas Extranjeras de la capital rusa. Desde ese año hasta 1973 trabajó en el Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS). Se trasladó a España y hasta 1983 formó parte en primer lugar de la delegación comercial, y después ocupó distintos cargos en la embajada de la URSS en Madrid. Entre 1980 y 1983 fue ministro consejero. El 6 de diciembre de 1991 fue nombrado embajador en España, dos días antes de que la URSS pasara a ser denominada Comunidad de Estados Independientes tras el golpe de Estado de agosto de 1991.

Su carrera, desde entonces, ha sido meteórica. En 1993 fue nombrado viceministro de Asuntos Exteriores en la Federación Rusa y el 12 de septiembre de 1998 fue designado ministro de Asuntos Exteriores.