Arturo Carratalà visitó ayer por primera vez, junto su esposa, la plaza de toros de Inca. Foto: AINA VIVES.

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No se quería morir sin haber pisado la arena en la que su hermano fue corneado por «Saltador», una cogida que días después le causaría la muerte. Arturo Celdrán Carratalà, hermano del legendario torero Àngel Carratalà, visitó ayer la plaza de toros de Inca, acompañado de su esposa, aprovechando la estancia en Mallorca que desde hacía mucho tiempo deseaba realizar. Arturo entró en la plaza por la misma puerta en la que lo hizo su hermano cuando salió al ruedo, en una calurosa tarde de julio de 1928; cogió un puñado de arena, lo besó y se santiguó. Había cumplido la promesa de no morir sin haber estado en la plaza de Inca.

La gente mayor de Inca aún recuerda 1929 como «s'any de sa mort d'en Carratalà». Incluso algunos recitan de memoria una glosa que relata los hechos sucedidos aquellos días en Inca, compuesta por un personaje llamado «Es Català Mallorquí».

Un hecho trágico sucedió en la ciudad el 28 de julio de aquel año. La multitud que había acudido a la plaza de toros, en la que se celebraba una corrida para conmemorar la festividad de los patrones Sant Abdón y Senén, enmudecieron cuando el segundo astado que toreaba Carratalà empitonó al novillero. Su cuadrilla lo llevó en volandas hasta la enfermería, y de allí hasta la casa de quien entonces era el alcalde de Inca, don Miquel Mir, donde días más tarde, a las 10 horas y 15 minutos del 30 de julio, fallecería. Su padre, Juan, y su esposa, Salud, que se habían desplazado hasta la Isla para estar al lado del novillero alicantino, le vieron morir. Era el primer torero que moría en la plaza de Inca, inaugurada en 1910.