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Julio Anguita, el líder comunista que también lidera la coalición Izquierda Unida, ha vuelto a saltar a la actualidad con un par de salidas de tono que, en su caso, no lo son tanto puesto que ya se han convertido en habituales. El señor Anguita, que no encuentra argumentos válidos y sólidos para empujar su partido y su coalición a más altas cotas de popularidad y aceptación, aparece, de vez en cuando, diciendo una boutade o, como en el caso que comentamos, dos.

En primer lugar, ha hecho una declaración pública instando a los socialistas a votar a IU en las próximas elecciones, lo que certifica que a él y sus colaboradores, incluso a sus candidatos, no les queda otra oferta que revolver en el cubo de la basura socialista. Puesto que el que fuera la gran esperanza roja ha perdido casi todo su poder de seducción y los argumentos que podrían suponer una oferta sólida, también ha visto cómo le abandona la suerte, su demanda ha coincidido con la muerte de Ramón Rubial, testimoniando que es poseedor del don de la inoportunidad.

Confirmado con la absurda propuesta de convocar, en plena campaña electoral, nada menos que una huelga general como medida de presión para la obtención de una semana laboral de 35 horas, lo que ha sido rechazado por los propios sindicatos, preocupados ante tamaño disparate que, naturalmente, no prosperará y volverá a poner a Anguita en una situación incómoda, aislándole, a él y a su partido y coalición, aún más si cabe.

Si los militantes y dirigentes del PCE e IU están satisfechos con el liderazgo de Anguita, el resto de los ciudadanos nada tendrían que oponer. De no ser, claro, que algún día, una de sus peregrinas ideas acabe causando un estropicio. Lo de una huelga general en plena campaña electoral no parece una idea propia de un líder responsable.