Tiene el mismo hoyuelo en la barbilla que papá Kirk y un olfato
para los proyectos con gancho que le han llevado a convertirse en
uno de los pesos pesados del Hollywood de los 80 y 90. Actor y
productor con dos Oscars en su haber, Michael Douglas despuntó en
los 70 como figura televisiva («Las calles de San Francisco») pero
dio las primeras muestras de su intuición para escoger vehículos
predestinados al éxito al confiarle a Milos Forman la realización
de «Alguien voló sobre el nido del cuco», adaptación de una novela
cuyos derechos había adquirido, tiempo atrás, su padre.
Gracias a la lluvia de Oscars que cayó sobre la película,
Douglas retomó una carrera como actor que le obligaría a luchar
contra un físico corrientito y el fantasma de su mítico padre.
«Coma», «El síndrome de China» y «Tras el corazón verde» prepararon
el terreno para el triunfo definitivo de un actor con los recursos
justos, que se ha hecho a sí mismo a base de producirse películas
con papeles morbosos. Pirrado por los temas provocativos y con
polémica, siente también atracción por los personajes que
simbolizan el lado más oscuro de nuestra sociedad. «El malo es
siempre el personaje más interesante de la historia» sentenció
durante la presentación de «The Game», una excentricidad del
guionista de «Seven» que, pese a tan prometedores antecedentes,
pecó de insípida.
Sin ser un sex symbol, ha congeniado con mujeres tan rotundas
como Kathleen Turner («La guerra de los Rose», «Tras el corazón
verde», «La joya del Nilo»); Sharon Stone («Instinto básico»);
Melanie Grifitth («Resplandor en la oscuridad»); Barbara Hershey
(«Un día de furia»); Annette Benning («El presidente y miss Wade»)
o Gwyneth Paltrow («Un crimen perfecto»), sufriendo en sus propias
carnes el acoso sexual de una obsesiva y desequilibrada Glenn Close
(«Atracción fatal») o una despechada Demi Moore («Acoso»).
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