Ciento treinta africanos subsaharianos que viven y trabajan en
Mallorca tendrán que dormir en la calle a causa de la negativa de
los propietarios de pisos a alquilarles viviendas, por el solo
hecho de su condición racial. Dicho de forma más clara y dura, por
ser negros. Debería añadirse, a esta característica, la de ser
pobres. Se cumple, así, una de las premisas necesarias para ser
objeto de discriminación racial: la de la pobreza.
No hay sociedad opulenta y racista que discrimine a los ricos.
Sean blancos, negros, gitanos o asiáticos. Nadie desprecia a Zubin
Metha por ser indio, ni a Rosario Flores por ser gitana, ni a
Michael Jordan por ser negro. Por contra, se les acoge de forma
hospitalaria y sus vecinos se congratulan y vanaglorian de esta
vecindad.
Esto se ha superado y aquí no se discrimina nadie si tiene
dinero suficiente y hasta de sobra. En la Costa del Sol se les pone
la alfombra roja a los árabes multimillonarios que dejan allí los
petrodólares, mientras que, en Mallorca, los pobres que han llegado
desde el Maghreb para ocuparse de las tareas más duras que ni
siquiera aceptan los inmigrantes, sufren un apartheid discreto,
pero discriminatorio al fin y al cabo.
Es lo que les pasa a estos pobres africanos de raza negra que
han tenido que acogerse en Ca l'Ardiaca por falta de vivienda y
que, ahora, a causa de las reformas, deberán dormir en la calle
porque nadie quiere por vecino o inquilino a un negro, si es pobre.
Quienes alquilan un piso a Vicente Engonga o Lauren, los jugadores
mallorquinistas de color, luego les niegan el derecho a la vivienda
a gentes del mismo color por el hecho de que son peones, braceros o
trabajadores de la mínima categoría profesional. Porque en la
maravillosa Europa nuestra, ser africano y pobre es ser seguro
candidato a la discriminación.
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