Como bien dijo el presidente José María Aznar, es mejor que un
terrorista esté ocupando un escaño que empuñando un arma. Esta
afirmación es compartida por cualquier ciudadano con un mínimo de
sentido común y eso es lo que han venido predicando muchos
políticos, incluso desde la derecha más radical, porque mejor es la
palabra que el asesinato.
Otra cosa es que, antes, los terroristas tengan que pasar por la
cárcel, especialmente si tienen delitos de sangre o de torturas.
Porque las razones políticas no convierten en delito de opinión
cualquier tipo de crimen. La discusión la zanjan Herri Batasuna y
Euskal Herritarrok, convirtiendo en representantes populares a
quienes están encarcelados por la comisión de asesinatos o
secuestros.
De manera que 37 presos han obtenido actas en las pasadas
elecciones y se han convertido en concejales, junteros o
parlamentarios navarros y estarán presentes en la constitución de
las corporaciones, juntas o Parlamentos. Entre estos está el
presunto asesino del matrimonio Berrocal, en Sevilla, el pasado
año.
José Luis Barrios será, así, miembro de la Mesa del Parlamento
navarro y tomará el juramento de la Constitución, que le ampara a
él, a sus compañeros de la Cámara. Este gesto de HB y EH era
innecesario porque el proceso de paz en Euskadi no necesita,
precisamente, de estas actitudes claramente desafiantes.
Ya que sus representantes se quejan de la poca elegancia
democrática supuestamente manifestada al no permitir que Barrios se
reuniera con sus compañeros o hablara con sus padres, es lógico
que, desde el otro lado, se critique que, amparándose en la
protección de las leyes, el presunto asesino tenga una presencia
tan desafiante en un Parlamento democrático. Con retos así, no se
avanza.
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