Una lesión de rodilla le hizo abandonar las tablas de windsurf
(con las que llegó incluso a conseguir el título de campeón de
Balears y el segundo puesto en la prueba nacional) por los
escenarios. Veinte años después de que su hermana Àngela le
incitara a participar en la película «Maravillas», papel que
supondría el principio de una prometedora carrera en las pantallas,
Miguel Molina hace un balance «positivo» de una profesión a la que
ha dado alguno de los mejores fotogramas del panorama español y por
la que no se arrepiente de haber abandonado otro de sus escenarios
favoritos: «el mar».
Tras ella llegó «Crónica del Alba», con la que consiguió el
premio revelación en el Festival de San Sebastián en 1983, y que
supone, según sus palabras, «uno de mis mejores recuerdos, ya que
había mucho de inocencia en todas las imágenes y las experiencias
que viví». Pese al desencanto que provoca aparcar «la espontaneidad
y la inseguridad» de los primeros tiempos, aún se dibuja en su
rostro una sonrisa de adolescente cuando habla de un trabajo al que
se dedicó «por un golpe del destino» y que terminaría por cambiarle
la vida.
Fortuna que continúa en pie y que le hará volver a situarse ante
las cámaras el próximo mes de agosto a las órdenes de Vicente Pérez
en «Código Natural», una historia que define como «cruda y
realista», sobre la relación de dos hermanos norteños y en la que
compartirá protagonismo con Javier Albalá.
Con ello pondrá un paréntesis a la actividad teatral, en la que
ha estado centrada en los últimos tiempos, un género en el que para
el actor «es bastante más fácil encontrarse, ya que está
desprendido del artificio y cuenta con mayor continuidad que otros
géneros».
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