Se llama Kwizera. Es un príncipe como descendiente que es de la
monarquía que reinó Burundi hasta 1966 y ha hecho del deporte su
causa para dar a conocer su país en todo el mundo. Un país, que
como explica Jaume Obrador, de Veïns sense Fronteres, se encuentra
inmerso en una guerra civil entre hutus (comunidad étnica
mayoritaria) y tutsis. La organización no gubernamental mallorquina
que trabaja en la región africana de los Grandes Lagos ha puesto en
marcha distintos proyectos de paz en la zona cuyo principal
destinatario es la población burundesa.
Kwizera, nombre que significa esperanza, ha estado estos días en
Palma coincidiendo con las Olimpiadas. Kwizera ha sido quien ha
traído a Palma al único atleta de Burundi que ha participado en la
Universiada. No era sin embargo el atleta oficial ya que éste por
problemas burocráticos no llegó a Palma hasta el día de la
clausura.
Su gran preocupación es cambiar la imagen deteriorada de su país
y para ello utiliza dos caminos: el deporte y la cultura. Consiguió
que por primera vez Burundi participara en unos Juegos Olímpicos y
en Atlanta consiguió el primer oro para su país como
entrenador.
En una entrevista que reproduce hoy íntegramente nuestra edición
de papel, Kwizera opina que «si yo tuviese fuerza para convencer a
las fuerzas internacionales, lo primero que haría es que
interviniesen para desarmar tanto al ejército regular como a la
guerrilla porque mientras corran armas no puede haber paz. Lo
primero que hay que hacer es desarmar para dialogar y lograr la
cohabitación pacífica. Además hay que devolver al país el concepto
de la Justicia que ya no tenemos».
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