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Los mayores realizan sus ejercicios de calentamiento mientras los más pequeños se dirigen en fila hacia la piscina. Para muchos es su primer contacto con el agua, una experiencia nada traumática en la que se combinan los ejercicios propios de la natación con los juegos de agua.

Son las diez de la mañana. En una lateral de la piscina de Tres Germanes más de una veintena de niños esperan a que sus profesores los conduzcan hasta una parte de la piscina. Todos llevan gorro, alguno, incluso, con el nombre de Javier Obregón. Llegado el momento, se quitan el albornoz y comienza el cursillo.

Víctor es el responsable de la instalación deportiva, piscina que controla la empresa Afire Sport. «Hacemos grupos reducidos donde se da mucha importancia a la calidad de la clase por encima de la cantidad. Aquí trabajamos cinco monitores y la clase dura entre 35 y 45 minutos. Lo que pretendemos es que los niños consideren el medio acuático como algo diferente a la vida terrestre, un medio en el que se encuentren a gusto. Desde luego, lo que más les gusta es jugar con las colchonetas, los aros y las pelotas. Lo que les resulta un poco más difícil es adaptarse a otras personas que no son su familia. Eso pasa al principio; después, están muy bien», afirma Víctor.

Cerca de 500 alumnos pasarán este año por los cursillos organizados en Tres Germanes, uno de los espacios donde los pequeños pueden aprenden a nadar durante el verano. En esta piscina se ofrecen todo tipo de cursillos, desde natación para bebés, hasta natación infantil, terapéutica, para adultos y personas mayores, además de realizar fiestas acuáticas de cumpleaños y otras actividades físicas, como masajes, programas específicos, mantenimiento físico en el agua y estiramientos.