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Parece ser que en esto de la política hay cuestiones en las que coinciden casi con milagrosa exactitud la izquierda, la derecha y el centro. En eso no hay ideologías que valgan. Nos referimos a la tozuda determinación que ponen estos días las nuevas corporaciones municipales en subirse los sueldos en unos porcentajes inalcanzables para los ciudadanos de a pie en sus respectivos trabajos.

En los nuevos ayuntamientos no se habla de las interminables obras públicas, de la suciedad de las calles, de los ruidos, de los perros sueltos, de la mendicidad, del tráfico infernal, de la degradación de algunos barrios, de la delicuencia... No, se habla de los sueldos a repartir entre todos, para evitar que la oposición proteste demasiado.

Y no sólo ha ocurrido esto en Calvià, en Llucmajor o en Alcúdia, como ya comentamos en su día. Ahora ocurre en Palma. Solucionados ya los problemas que tuvo el nuevo ayuntamiento para su formación tras las elecciones del 13 de junio, los ediles han tomado ya sus posiciones para adoptar la decisión más esperada: un incremento de sus salarios entre un veinte y un treinta por ciento. Pero eso no es todo. Porque los políticos saben mejor que nadie que una medida de este tipo resulta impopular a todas luces y la ciudadanía, con razón, se indigna al saber que sus representantes en el municipio desoyen las consignas de los partidos y el sentido común y se autoconceden aumentos desorbitados mientras el resto de la humanidad tiene que conformarse con el incremento del IPC. Quizá, conscientes de ello, los concejales de Palma se niegan a revelar de qué cuantía será la subida salarial que han decidido. Pues bien, señores, si van a hacer algo así, tengan al menos la valentía de admitirlo claramente, sin tapujos. Pero recuerden que antes que dignficar más el sueldo de los políticos hay que dignificar otras cuestiones que preocupan de verdad a los ciudadanos.